TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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PAMPLONA. Crónica de José Antonio Del Moral: "Miuras de cuarta y público de quinta"

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El festejo no tuvo la menor categoría ni apenas mayor interés que la ausencia de las peñas, lo que propició dos insólitos tercios de entrada y dejar en entredicho a la supuesta afición de sombra que, a la postre, se comportó peor que pueblerina. De los toros miureños está dicho todo en su descripción  de la ficha. Muy mala corrida sin apenas paliativos además de presentada en indecoroso saldo. Y los toreros, casi tanto o peor. A Juan José Padilla le regalaron una oreja del primer toro simplemente porque le cogió de mala manera con aspecto de haber sido herido y cuando salió de la enfermería para matarlo con pinta de estar maltrecho, la gente se ablandó misericordiosa y a nadie importó que liquidara a su oponente con un horrible sartenazo. Se  metió otra vez para dentro y cuando regresó al ruedo disfrazado de no se sabe qué, fue para pegar un petardo que intentó tapar teatralmente, esta vez sin convencer a la parroquia. Rafaelillo fue el que menos mal anduvo aunque poco faltó para que le echaran el quinto a los corrales al ponerse imposible para entrarlo a matar y para descabellarlo por gazapón y peligroso. Javier Valverde, por su parte, no dio pie con bola con los de su lote, demostrando que ya no está para estas guerras.

Plaza de Toros de Pamplona. Domingo 11 de julio de 2010. Tarde muy calurosa con el lleno habitual Seis toros de Miura de tan dispareja presentación que parecieron un saldo impropio de la categoría de la plaza. Por más entipados se salvaron primero, tercero y quinto. Impresentable el anovillado segundo y tremebundo el sexto. Dieron muy pobre juego en distintos grados de manejabilidad y de fuerza, escasa en líneas generales y sin raza ni casta alguna. El peor fue el gazapón quinto al que pegaron mucho en el caballo y terminó desarrollando peligro.  Juan José Padilla (tabaco y oro): Sartenazo en el chaleco, vergonzante oreja e increíble petición de otra seguida de ovación que recogió un peón mientras en matador pasaba a la enfermería, de donde había salido aparentemente maltrecho tras sufrir una aparatosa cogida sin consecuencias por fortuna; Dos pinchazos y otro sartenazo, silencio.    Rafaelillo (amapola y oro): Pinchazo, casi entera trasera ladeada y descabello, aviso y exagerada ovación; bajonazo ladeado y siete descabellos, dos avisos, división de opiniones y desbandada para ver la final del mundial de futbol. Javier Valverde (grana y oro): Dos pinchazos, estocada corta y dos descabellos, silencio; pinchazo hondo en buen sitio, silencio.

Ya sabíamos que las Peñas de Pamplona habían decidido hacer huelga ayer en su guerra contra la Alcaldesa Barcina por haberles quitado la subvención del Ayuntamiento. Dejaron vacíos los tendidos que suelen ocupar y muchos creímos que así sería mejor aunque hubiéramos preferido que la Casa de la Misericordia hubiera dejado las puertas de la plaza abiertas para que, quien lo deseara, pudiera ver la corrida. Pero lo peor de este ridículo plantón fue comprobar que la mayoría del público de sombra de la plaza de Pamplona tampoco sabe nada de toros. Solo así pudimos entender que a Padilla le dieran la oreja del primer toro tras una vulgarísima actuación que acabó en cogida cuando, por no dar importancia al borrego de Miura que tenía enfrente, resultó prendido sorpresivamente con la impresión de haber sido gravemente herido. Trasladado a la enfermería, terminó por salir para matar al toro en un gesto impresionó al público y a nadie le importó que dejara un infamante sablazo para liquidarlo. La increíble petición de orejas acabó con la aún más increíble concesión de una.

De nuevo en la enfermería, Padilla reapareció otra vez en el ruedo para matar al cuarto, sabiamente disfrazado con un vaquero largo que se ciñó con una faja roja sanferminera, chaleco de luces y la montera bien calada. Y con tan espantoso indumento, acometió la lidia en la que no faltaron como antes sus atléticos pares de banderillas mostrando que sus facultades físicas estaban intactas. Momento en que la representación del drama se vino un tanto abajo y más cuando Padilla muleteó efectista tras buscar a quien brindar la faena sin conseguir encontrarlo, por lo que quien recibió la montera fue un empleado de la tele. Todo muy a tono con el suceso que no tuvo el triunfo buscado por el jerezano por fallar a espadas.

Quien menos mal anduvo fue Rafaelillo aunque no tanto como le pareció a la ignota clientela de sombra que le obligó a saludar una estruendosa ovación después de mal matar al anovillado segundo toro con el que anduvo muy voluntarioso sin más. Otro tanto con el quinto al que masacraron en varas y quedó sin fuerza aunque con la suficiente para gazapear y no dejar que lo mataran. Poco faltó para que Rafaelillo escuchara los tres avisos.

Javier Valverde fue una vez más la imagen del torero que tiene que irse y no termina de decir adiós en su comprensible intención de rebañar lo que quieran darle en las últimas tardes de su vida profesional. Una pena, porque Valverde siempre se distinguió por su dignidad y sobriedad toreras y en estas corridas que él mismo anunció postreras, está dejando su buen nombre en una situación muy poco respetable.