TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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PAMPLONA. Previa de San Fermín 2010 por Barquerito: "Vísperas de unos sanfermines clásicos"

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TOROS. Crónica previa de San Fermín

Fiel a sus principios, la Feria del Toro apuesta por el rigor. Son novedad llamativa el hierro de Victoriano del Río y el sevillano Oliva Soto. El Juli carga con el peso mayor.

Pamplona, 3 jul. (COLPISA, Barquerito)

“SEDE DE LA alegría”, predicó un día de la Pamplona taurina un raro escritor pamplonés, Luis del Campo, que fue, primero, corredor de encierro cuando ni se estilaba serlo ni abundaban; luego, estudioso del toreo y de las tauromaquias navarras cuando tampoco; y, en fin, psicólogo y médico forense al mismo tiempo. Catedrático de Medicina Legal. Y dedicado y profuso escribidor de las cosas de los toros de Pamplona. La Pamplona taurina, y la no taurina también, es musa de creadores de todos los géneros. Manantial de sensaciones. ¿Orson Welles, Hemingway, Inge Morath, Jim Hollander, Ramón Massats...? Por ejemplo.

Dentro de dos años se cumplirá el centenario del nacimiento de Luis del Campo, que tantas cosas puso en claro de esa fiesta mayor que son los toros de San Fermín. La “sede de la alegría”. Ingenua o intencionadamente, y en términos subliminales, Luis del Campo llegó a sostener que la satisfacción del corredor de encierro era comparable a la de un orgasmo. Era, es y será. Seguramente. De modo que los encierros de Pamplona se han hecho masivos.

La modernidad perpetua de los toros de Pamplona se deberá a varias razones. Una de ellas es esa seria alegría, o placer inexplicable, que se destila y segrega en el correr un toro al amanecer. En la Cuesta de Santo Domingo, en la Plaza Consistorial, en la calle (de los) Mercaderes, en la calle (de la) Estafeta, en la curva de Teléfonos –tan traicionera- o en el callejón de acceso a la plaza de toros, que Luis del Campo vio en su niñez explanar y levantar.

La plaza de Pamplona, tercera de las fijas levantadas allí, es de 1922. Con sucesivas adiciones. Entre ellas, una preciosa corona de andanadas -horno natural en días de calores- que previsoramente aportó hace cuarenta años una ampliación del 30 por ciento sobre el aforo original y lo transformó profundamente. Transformación arquitectónica y, por lo tanto, ambiental, moral, estética y espiritual. Caben a día de hoy 19.565 almas. En vilo durante ocho días y medio. Del 6 de julio a mediodía hasta la medianoche del 14 al 15. La única plaza de toros española que ha crecido en capacidad y volumen a lo largo del último medio siglo ha sido la de Pamplona. Lo cual añade valor tangible y simbólico a los sanfermines.

En la obra dispersa de Luis del Campo, que arrambló un buen día con el archivo de la enfermería de la plaza de toros y no llegó a devolverlos ni a utilizarlos, están retratados el sentido y el sistema de esta fiesta tan aparte. Desde el primer tercio del XIX, tan remoto, hasta casi ahora mismo: la contrata de toros, toreros, caballos y personal vario, el encierro y el místico encierrillo, el negocio enrevesado y complejo de las fiestas, el ensamblaje íntimo y polémico de la ciudad y sus funciones. Y el singular papel de la Casa de Misericordia de Pamplona, alias La Meca, propietaria de ese teatro monumental, la más antigua de las empresas taurinas conocidas, y todavía en activo y más viva que nunca. La dueña pero también la responsable de esta locura fantástica que es la Feria del Toro. De la tal Feria con mayúscula se cumplió hace un año el cincuentenario. Señal de buena salud. El mensaje es inequívoco: en Pamplona manda el toro, que es protagonista. Si hay toro, hay vida. Y lo demás.

El llamado “encaste Domecq” es mayoría estadística. Cantidad y calidad. El toro de Pamplona, que trabaja doble -en el encierro de la mañana y en la fiesta de la tarde- es sinónimo de bravura, trapío, volumen y carácter. En la Avenida de Roncesvalles, corazón del primer ensanche de Pamplona y casi frente a la plaza de toros, hay un monumento de homenaje a los corredores del encierro. Pero, si se mira bien, los corredores son elementos adyacentes, adjetivos, laterales. El monumento es el toro. Un toro inmenso de los de Pamplona.

La fórmula de la feria no es invariable pero absorbe las innovaciones tan miméticamente que las convierte de inmediato en clásicas. Ocho corridas de toros, una de rejones el día del cohete o del Chupinazo –6 de julio- y una novillada nocturna en la víspera. Los hierros mantienen una regularidad llamativa. En el cartel de la feria, encargado este año al polifacético pintor argentino Antonio Seguí, figura clave de la ilustración posmoderna, sólo figuran los nombres de las ganaderías y no los de los matadores. Es norma intencionada. La prueba del clasicismo: Miura y Cebada Gago llevan lidiando todos los años desde 2000; nueve veces lo ha hecho Jandilla; ocho Dolores Aguirre; cinco Fuente Ymbro. Las cinco casas son de nuevo de la partida. Esta vez es debutante el hierro de Victoriano del Río. Comparecen sólo por segunda vez en la historia de San Fermín dos ganaderías: la de El Pilar, tan al alza, y la de Peñajara, en papel de incógnita por resolver.

Sólo un torero dobla o repite: El Juli, que no ha faltado a la cita de Pamplona desde el año 2000 ni una sola vez y ha asumido la carga de ser el papel del abono. En portales y otros medios se desencadenó la pasada primavera una insólita ofensiva con San Fermín en la diana. En chorreo paulatino fueron anunciando su renuncia a acudir este año a Pamplona toreros de varia condición: Morante, Manzanares, Cayetano, Luque. Entonces se ofreció a El Juli doblar y asunto arreglado. Son debutantes en la edición de este año Curro Díaz, Iván Fandiño, Morenito de Aranda y el sevillano Oliva Soto.

La Meca tiene por caprichosa costumbre colocar un nombre sorpresa y apostar por él: Oliva Soto, que tanto gustó en Sevilla en Abril, es la apuesta esta vez. Y puede que la sorpresa. Están los fijos de la última década o el último lustro: Ferrera, Padilla, Rafaelillo, Francisco Marco, Castella, Salvador Cortés, Perera, El Cid y El Fandi. Los dos nuevos de Albacete, Pinar y Tendero, que, igual que Sergio Aguilar, cayeron de pie en Pamplona hace un año y en su debut. Se ha repescado a Talavante, Luis Bolívar, Javier Valverde y Diego Urdiales. Se le da un voto de confianza al vallisoletano Joselillo. Se hace, luego, lo de siempre: pedir al santo protección y amparo. Que eche un capote. “San Fermín, que todo lo ve...”, dice un verso suelto de copla pamplonesa.