TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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Madrid. Crónica de Barquerito. Emilio de Justo, en clima de clamor incondicional.

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Entrega sin reservas del torero extremeño con un lote diverso de Victorino


Perera firma naturales extraordinarios


Dos toros sobresalientes de una corrida brava y muy ofensiva de Victorino


Sábado, 12 de octubre de 2024.- Las Ventas. Corrida de la Hispanidad. Fuera de abono. 22.241 almas. Nublado y fresco. Dos horas y cuarenta minutos de función.

Mano a mano. Miguel Ángel Perera, silencio tras aviso, oreja tras dos avisos y silencio. Emilio de Justo, ovación tras aviso, ovación tras dos avisos y oreja tras dos avisos.

Manuel Días Gomes, sobresaliente, solo intervino en un corte.

La cuadra de caballos remató con nota una temporada sobresaliente, Germán González picó a modo al sexto. Buen trabajo en brega y banderillas de Rafael Rosa y Juan José Domínguez. Tarde completa de Pérez Valcárcel, tercero de Emilio de Justo.

 

BRAVA Y DIVERSA, seriamente armada y poderosa, la corrida cuatreña de Victorino sirvió dos toros sobresalientes. Un tercero veleto y cornipaso, espléndido trapío, profundas embestidas, y un sexto con más volumen pero mucho menos cara que los demás que se empleó de salida y en un primer puyazo notable y, nobleza sin tacha, rompió en la muleta con son pastueño y un ritmo dulcísimo. Bravura muy particular. Se tuvo hace tres días noticia de la muerte en una pelea de Cobradiezmos, el toro de Victorino célebre por su indulto hace cinco años y medio en la Maestranza de Sevilla. Con su manera de embestir tuvo no poco que ver este sexto, el último toro del año taurino en las Ventas. Menos potencia y hechuras diferentes.

En mano a mano forzado y gratuito -a la corrida, por densa, y al espectáculo mismo les habría venido de perlas un tercer espada- esos dos toros se abrieron en lotes distintos. Para Perera el tercero, para Emilio de Justo el sexto. No se sintieron ni midieron como rivales, pero Emilio salió a quitar en turno con el primero -chicuelinas de extraordinario ajuste- y con el tercero -mandiles y media, y Perera renunció. Fueron, sin embargo, los dos toros de arte mayor los que midieron a uno y otro. Con un matiz clave: fue más claro y sencillo el toro de Emilio que el de Perera.

Perera se sobrepuso a una voltereta sin consecuencias en el remate de pecho de la primera tanda que cobró con la izquierda. Antes de eso, se había templado y encajado en dos despaciosas y abundantes con la diestra. El empeño de Perera fue, antes y después de la voltereta, traerse al toro por la mano de la cogida, engancharlo, pasárselo por la faja, llevárselo adentro y ligarlo. No fue fácil.

Cuatro tandas, cuatro, de logros distintos fueron el cuerpo de la faena. Trabajosa la primera, de seis muletazos en tres tramos distintos, con el de pecho malogrado; laboriosa la segunda, de solo dos tramos; francamente buena la tercera, solo que el toro le puso en apuros al pretender ligar el cuarto natural; y breve la última, de dos ligados cosidos con dos cambiados por alto Luego, volvió a la derecha, buscó cuadrar y atacó por derecho con la espada. Una estocada perpendicular. La faena se había tomado sus tiempos entre tanda y había sonado un aviso tapado por el subrayado de una ovación, El toro se resistió a doblar lo indecible. Perera, a descabellar. Sonó un segunda aviso y Perera se decidió por fin a usar el verduguillo. Acertó a la primera. Rondaba el tercer aviso.

Emilio de Justo, firme en el recibo del sexto en lances algo eléctricos, no tardó en abrirse en los medios con el gran sexto. Acoplado tras breve tanteo, se embarcó en una faena especialmente copiosa, de tandas de hasta seis muletazos ligados, la mano baja, el toro enganchado y bien vaciado, dominio casi a placer de las embestidas tan a compás del toro por la mano izquierda. Entregado sin reservas, contagiado del clamor creciente con que se fue celebrando la faena, un alarde de seguridad, se sintió como nunca, y en los remates de tanda, apartado del toro, llegó a desplantarse vuelta la mirada al tendido. Roto de emoción el propio torero, que había contado desde el paseo con el favor de la mayoría, un dato particular del mano a mano. Una estocada de muerte lenta se resolvió en dos avisos antes de doblar el toro, arrastrado con parvo reconocimiento. Para el tercero se había pedido la vuelta al ruedo.

No solo esos dos toros protagonistas. Hubo cuatro más. Un primero de despampanante percha que, la cara arriba y revoltoso, no dejó a Perera pararse ni sentirse cómodo. Un segundo mirón, listo, sin golpe de riñón, que se metió debajo más de una vez y fue el más complicado de los seis. Emilio, embraguetado de partida,  le buscó la vueltas, no volvió la cara y se pasó de faena sin dejar de correr riesgos. Un cuarto que enseñó las uñas de salida, sangró mucho en el caballo, como todos pero más, y sacó en la muleta codicia temperamental y un punto pegajosa. Cogió a Emilio en un momento de precipitación, lo tuvo entre las manos preso un rato largo y le pegó una paliza monumental. Se sobrepuso Emilio y llegó a pegarle todavía dos tandas. Se fue de pronto y sin avisar el toro. Seis pinchazos antes de una estocada. El quinto fue el único de mala nota, la cara alta, viajes al paso, ninguna gana de nada. Perera cobró una entera en los blandos.

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Cuaderno de Bitácora.- Esta es la despedida. Antes de decir adiós, una recomendaciòn, Tejidos Peñaflor, en la esquina de la calle Peñaflor con San Jacinto, a mano derecha según se viene de San Gonzalo, de la "plaza del tranvía" y el parque del Turruñuelo. Un comercio de ropa que ha resistido el paso del tiempo, no vende ropa de marca pero sí ropa buena, señoras y caballeros, todo en orden. Un ejemplo de eso que se llama la Sevilla eterna. Es decir, Triana. La calle Peñaflor, ajardinada, es distinta. Muy concurrida el domingo por la mañana. Sabor a barrio.

Última actualización en Sábado, 12 de Octubre de 2024 21:01