TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

  • Incrementar tamaño de la fuente
  • Tamaño de la fuente predeterminado
  • Decrementar tamaño de la fuente

Sevilla. Crónica de Barquerito. Juan Ortega, una exhibición con el capote.

Correo Imprimir PDF

En la tarde de la retirada de Pablo Hermoso, cuatro toros de los Matilla de pobre juego frustran un posible duelo de virtuosos de alta escuela


Pablo Aguado deja también su firma


Sevilla, domingo, 29 de septiembre de 2024. (COLPISA, Barquerito).- 3ª y ultima corrida de la Feria de San Miguel. Lleno. 12.500 almas. Veraniego. Dos horas y media de función.

Dos toros despuntados para rejones -1º y 4º- de El Capea y cuatro en puntas -2º, 3º, 5º y 6º- de Hermanos García Jiménez (Matilla).

Pablo Hermoso de Mendoza, que se retiraba, silencio y una oreja. Juan Ortega, saludos en los dos. Pablo Aguado, que sustituyó a Morante, silencio y saludos.

Fernández Pineda, sobresaliente, no fue invitado a intervenir. Ovacionado un excelente par de riesgo de Juan Sierra, que saludó.

 

FUE CORRIDA DE dos partes muy diferentes. De un lado, con dos toros de El Capea, la despedida y retirada de Pablo Hermoso de Mendoza. De otro, una suerte de soterrado mano a mano que no habrían librado Morante y Juan Ortega porque no son rivales, pero que sobrevino como tal cuando se supo que Pablo Aguado sustituía a Morante. La escuela sevillana, que la hay, con dos intérpretes parecidos -ramas de un mismo tronco- pero distintos.

En juego, cuatro jandillas de los hermanos Matilla que dieron  al traste con cualquier posible duelo, aunque no del todo. Frío, tardo y huidizo de partida, el primero de esos cuatro vino a encontrarse de repente con el capote de Ortega, que no tardó más que dos viajes en estirarse y proclamarse. Se fue el toro, que había apretado en el primer lance formal, pero Ortega se fue a buscarlo a terrenos opuestos y, entre las rayas de la otra punta de la sombra, se le soltaron los brazos en una gavilla de siete u ocho verónicas espléndidas por el ajuste y por su vuelo limpio y amplio, cosidas con un solo hilván. A compás abierto, pareció Ortega torear una vez más con las palmas de la mano.

Después de un puyazo severo, quitó por chicuelinas frontales trayéndose el toro toreado por delante, y entonces el lance, manido recurso de tantos y tantos quites banales, pareció otro, fuera de lo normal. Las dos medias de broche, con su dibujo barroco, fueron muy bellas. Entre lances de lidia y de arte llevaba encima el toro, además de dos puyazos, la friolera de veinte capotazos. Y entonces apareció en su turno de quites Pablo Aguado. Iban a ser inevitables pero obligadas las comparaciones, y, desde luego, el toro no iba a ser el mismo con el que Ortega se había despachado a modo. Lo tenía imposible Aguado, pero se obró el milagro: tres chicuelinas, el mismo palo del reto porque no estaba para más el toro, que tuvieron la virtud de ser distintas, más recortadas, de manos bajas, sin apenas vuelo, y, en fin, una media verónica magistral, casi de sorpresa porque hubo que cambiarle el viaje al toro casi en el mismo embroque.

No pudo repetirse el duelo -la fama indiscutible del Ortega virtuoso, el estilo y el asiento naturales de Aguado- porque ninguno de los otros tres toros del paquete se prestaron. Aguado paró al tercero, corretón y distraído, con hasta nueve verónicas seguidas una tras y otra, y media excelente, y quitó después de un puyazo trasero por delantales sin que el toro se empleara en serio. Ese iba a ser su signo: toro tardo y parado que a los diez viajes ya estaba pidiendo la muerte.

Caso parecido en el segundo de los toros de Ortega, quinto de corrida, cuando ya Pablo Hermoso de Mendoza se había retirado del toreo. Un toro terciado pero ofensivo que se llevó su ración de verónicas de marca: más abierto de lo normal el compás, más obligados los brazos también porque el toro se soltaba o se volvía a destiempo. Pero fueron siete, Y dos medias de regalo. Enterró los pitones el toro y Aguado renunció al quite. Al sexto, el peor de los cuatro, geniudo, incierto y probón, le bajó las manos Aguado en el recibo en lances poderosos de torero bravo. Después de dos buenos puyazos de Salvador Núñez, Ortega se abstuvo.

El toro de la exhibición de Ortega y la media improvisada de Aguado fue el único de los cuatro que tuvo en la muleta cierto son, pero se fue apagando y a los diez viajes ya estaba mirando y oliendo las tablas, su querencia. Ortega dejó su firma cara en una docena de muletazos al ralentí. Aguado abrevió con el primero de los suyos, un autentico marmolillo. Ortega no se entendió con las embestidas descompuestas del belicoso quinto. Y Aguado le dio trato bueno al quinto a pesar de ser carne de pescuezo. Los dos rivales anduvieron finos con la espada. Pero no se trataba de eso.

Se trataba, por lo demás, de la despedida de Pablo Hermoso traída a contrapelo porque en la parte de abono de San Miguel pareció un cartel impropio. Se llenó la plaza y se guardó el respeto protocolario. Un reconocimiento formal. El entusiasmo justo si se compara con las apoteosis desbocadas de tantas corridas de rejones en Sevilla. Pablo estuvo brillante en la recepción del primer toro, que fue muy codicioso pero se aplomó después de banderillas, y no tuvo opción de lucirse con el toro del adiós, que buscó las tablas y cortó viaje. Hubo detalles de sobra: los galopes con cambios de sentido, clavadas frontales, una pirueta en la cara. La oreja de la despedida fue generoso regalo de la presidencia.

================================================

Cuaderno de Bitácora.- El desayuno es en Sevilla un rito sagrado. Desayuno en el bar con sus mantecas, su aceite, su tostada o mollete, su café con  leche hirviendo y su vaso de agua. Variantes, todas las posibles.

En Sevilla, a diferencia de Madrid, se desayuna sentado y sin prisa. En atención al turista nuevo o profano, hay un café en la esquina de Mateo Alemán con Moratines, a un costadito de San Pablo pero algo escondido. El Coso. Tiene terraza y servicio en el interior. Y lo que tiene en la fachada, justo en la esquina, en una pizarrita con tantos detalles y casi instrucciones que me permití transcribir porque no lo había visto nunca antes. El gusto y la exigencia por los detalles son una de las razones de los sevillanos. En la pizarra, a tiza pintadas, dos columnas. Una de PANES. A saber: Prieto, integral, bollo, mollete, centeno y sin gluten. Otra de PUEDES PONERLE. A saber: aceite, mantequilla, paté de hígado, sobrasada, zurrapa de hígado. carne o lomo, jamón serrano, York, pavo, carne mechada, tulipán, salchichón, caña (de lomo), melva, pringá casera, guacamole, queso viejo, philapdelphia o fresco. Y aparte: tomate en rodajas o triturado, salmorejo y aguacate. ¿Hay quièn dé más? La libertad, señores y señoras....

Dejé pendiente la historia del tranvía que el año 1965 hizo su último viaje desde la Magdalena al Tardón. El último tranvía de Sevilla y Triana, Cruzaba el río. La historia del tranvía, restaurado y expuesto como una escultura urbana en la isleta central de San Martín de Porres, está contada en un panel de ricos detalles. Los técnicos y los que no tanto. Solo un inconveniente: castigado por el sol, el panel lleva años sin renovarse y cuesta un mundo leerlo. A pleno sol lo hice ayer muy entretenido. Hay que celebrar que los tranvías viejos salgan de los museos.

Dejo las dos partes de la calle de San Jacinto, para mejor ocasión. Al final de la calle, pegando al cruce que lleva al Tardón, sobreviven en el pavimento de la calzada los raíles gastados del tranvía como testigos del tiempo.
Última actualización en Domingo, 29 de Septiembre de 2024 22:51