Con un sobresaliente quinto toro de Garcigrande
La poca decisión y el desacierto con la espada le castigan sin premio mayor
Roca Rey apenas se hace notar
Versión muy pobre de Manzanares
Sevilla, sábado, 28 de septiembre de 2024. (COLPISA, Barquerito).- 2º de San Miguel. Corrida de abono. No hay billetes. 12,500 almas. Veraniego. Dos horas y cuarto de función.
Seis toros de Garcigrande (Justo Hernández).
Manzanares, silencio en los dos. Borja Jiménez, silencio y vuelta tras aviso, Roca Rey, ovación y silencio.
Muy aplaudidos los piqueros de Borja Jiménez: Vicente González que se agarró bien con el segundo y Tito Sandoval que midió a modo al quinto en el caballo.Atento en cortes y quites Luis Cebadera, tercero de la cuadrilla de Manzanares.
EN LA CORRIDA DE Garcigrande rompió en serio y en seguida un quinto toro de excelente son. Prontitud, fijeza y recorrido. Muy completo, apenas castigado en dos puyazos solo señalados arriba por Tito Sandoval. En serio y en seguida se rompió con el toro Borja Jiménez, aupado a un cartel de los caros por méritos propios. Más antiguo que Roca Rey en el escalafón -detalle relevante- y bastante menos que Manzanares, con veintiún años de alternativa cumplidos. La cita fue por eso, y por ser en Sevilla, doblemente estimulante. Una faena redonda, intensa desde la misma apertura -una tanda ligada y bien tirada de rodillas en tablas- y resuelta sin vacilar casi al punto. Solo la pausa obligada para, abriéndolo, ligar una sencilla primera tanda en redondo. Vino una segunda de cinco muy cadenciosos, ajustados, bien gobernados, la muleta casi arrastrada y la figura erguida. La firmeza y el toreo con los vuelos fueron clave de base en el gobierno del toro, que Borja tuvo en la mano y a placer. Desatado pero contenido, la cabeza fría, arrancada la banda de música sin demora, Borja se acopló con la mano derecha, la mejor del toro, pero remató dos tandas soberbias con otros tantos naturales enroscados y cosidos con el de pecho. Para mayor redondeo, las dos tandas de naturales trazados y traídos en el mismo sitio tuvieron por remate muletazos en redondo dibujados a cámara lenta. Sin cortes de fluido, como conviene a las faenas de ideas claras y sin retórica, Borja midió el tiempo para que no decayera la intensidad, El eco y el reconocimiento fueron tremendos. Antes de la igualada, Borja se dobló en largos muletazos genuflexos, pero tardó mucho en cuadrar al toro. Como si no le viera la muerte. Y no se la vio. De pronto, un mar de dudas. Entre las rayas el toro, entregado siempre, pero sin decidirse Borja a atacar en la suerte lógica, la de dar salida por las afueras. En la suerte contraria, dos pinchazos sin pasar, un tercero y una estocada al cuarto envite. El tropiezo con la espada, perdido el gobierno del toro, fue un jarro de agua fría porque era notorio el barrunto de las dos orejas. La vuelta al ruedo fue triunfal pero no tanto. A los dos de lote se fue a esperarlos de rodillas frente a toriles, y al quinto, además, lo toreó encajado, ceñido y despacio en un vibrante ramillete de verónicas abrochadas con una media muy de repertorio propio: frontal, a pies juntos y con guiño al tendido. En los quites de los toros de Manzanares, las medias fueron, en cambio, ampulosas, sin cortar el viaje del toro sino meciéndolo. Quebrantado por el castigo en un duro primer puyazo de desgaste, el primero de lote, rebrincado y cabeceando por falta de fuerzas, fue al cabo toro tardo y probón. Se echó tras dos pinchazos.
Vestido de negro y azabache, Roca Rey, obligado protagonista, se sintió exigido tan solo asomar el tercer garcigrande, un dije, fijado en lances de manos bajas, y caído de panzazo tras tomar corrido un primer puyazo. Palmas de tango para exigir la devolución del toro, que, en el alambre desde entonces, fue de mucha bondad. Por frágil, se acostó por la mano izquierda. Claro por la otra. No terminó de centrarse Roca, algo nervioso. Cuando la banda se arrancó, la mandó callar. Un raro desaire. Y una estocada con rueda de peones. No contó el resto de corrida, que se hizo larguísima porque los areneros se tomaron su tiempo en las transiciones. Con un primer toro corto de cuello y pechugón, más que manejable, Manzanares se limitó a tirar líneas muy despegado. Público refractario, tres pinchazos a paso de banderillas y en la suerte contraria una entera. Con el cuarto, reservón, hizo cundir la impaciencia en los tendidos. Ni un detalle, muchas voces. El sexto, cinqueño, se blandeó de manso en el caballo y, la cara alta y de pocos amigos, sacó aire incierto. Roca Rey optó por la retirada a tiempo del frente de combate.
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Cuaderno de Bitácora.- La historia de El Tardón debe de estar contada en alguna parte porque el urbanismo de la Triana moderna da para mucho. Casi escondida en un triángulo urbano, la ciudad jardín del barrio de San Gonzalo es un ejemplo modélico de su género. El género de las ciudades jardín del urbanismo idealista de primeros del siglo XX en España. Trama reticular, casas de dos plantas con huerto o jardín de entrada, sencilla arquitectura popular de acento rural, calles muy arboladas, rica sombra. Un pequeño paraíso. Un oasis.
Sábado por la mañana y boda en la parroquia de San Gonzalo. Replicaron las campanas de la espadaña justo a mediodía. La novia llegó tarde en un coche negro. Cinco minutos. El novio lo había hecho en un Mercedes A300 rojo aparcado en la acera de la plaza, que es un cuadrilátero perfecto y bien sombreado. Me pareció entender que era boda de gente del barrio. Por los vestidos y el calzado de las mujeres. Un hermoso día para casarse. Cuando empezó a cantar la bienvenida el coro de la parroquia, cerraron la puerta de la iglesia.
La idea del barrio y su primera piedra datan de 1937. Es decir, cuando la guerra civil y sus circunstancias estaban más que decantadas en Sevilla. El nombre del barrio rinde homenaje al general Queipo de Llano, puntal de la represión feroz que siguió al 18 de julio del 36. Fue Queipo quien patrocinó el nacimiento de esta ciudad jardín tan singular. La más lograda de las españolas que conozco. Que haya sobrevivido a las especulaciones de suelo parece un milagro.Hay, claro, alguna que otra pequeña fechoría dentro de la ciudad, pero son habas contadas. En la avenida de Coria hay tres edificios relevante: el de la Hermandad de San Gonzalo, un merendero de cerveza y marisco -Emilio y La Mar, juntos los dos- y un asilo de la Fundación Carrere levantado al mismo tiempo que echaba a andar el barrio nuevo. El jardín del asilo es una soberbia mancha verde. Sus edificios, de distintas épocas. sencillos, neo racionalistas. Los residentes tomaban el sol. El merendero estaba por abrir pero preparado para la pelea del sábado. El edificio de la Hermandad se da un aire barroco muy sevillano. Parece un templo.
En la punta de uno de los catetos del triángulo, el de la avenida de Coria, se instaló un mercado popular que en 1960 tuvo ya cuerpo construido y no solo callejero. En 1984 se levantó el nuevo. Es pequeño. bien surtido y, sobre todo, es la memoria de El Tardón. La memoria gráfica con paneles de fotos instalados encima de cada uno de los puestos. En ellos se cuenta la historia del barrio. Solo imágenes. Algunas, de una fuerza formidable. Inundaciones, chabolismo, colas de vecinos, personajes de llamativa dignidad. Para entender el significado de esa colección de medio centenar o más de fotos de época se precisa de lecturas al margen. Pero el mero golpe visual merece la pena. Junto al mercado, un ambulatorio que lleva el nombre de Amante Laffon, supongo que emparentado con Rafael Laffon, escritor notable, y Carmen Laffon, la gran pintora de la Sevilla contemporánea.
Frente al mercado, una isleta con un tranvía disecado de la que fue línea 6: Magdalena, San Jacinto- Barrio León .Del tranvía, más noticias en otro momento, ..