TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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Salamanca. Crónica de Barquerito. Un notable toro de El Capea, premiado en el concurso.

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En dura competencia con un espléndido y encastado toro del Puerto de San Lorenzo

 

Salida a hombros por la Puerta Grande del coso de La Glorieta de Borja Jiménez e Ismael Martín


Borja Jiménez, arrojado y templado, y el joven Ismael Martín, valeroso y entusiasta


Mejor lidia de subalterno Diego Vicente y mejor picador Óscar Bernal


Salamanca, domingo, 22 de septiembre de 2024. (COLPISA, Barquerito).- 6ª de feria. 5.000 almas. Soleado, templado. Dos horas y cuarenta minutos  de función.

Corrida concurso de ganaderías salmantinas. Por orden de lidia, toros de El Capea, Puerto de San Lorenzo, Garcigrande, García Jiménez, Olga Jiménez y Lorenzo Rodríguez “Espioja”. Premiado el toro Botijero, del hierro de El Capea.

Manzanares. Ovación y silencio. Borja Jiménez, que sustituyó a Morante, oreja y oreja tras aviso. Ismael Martín, dos orejas y una oreja. A hombros Borja e Ismael.

Óscar Bernal picó con maestría el primer toro, el premiado.

 

CON SU VARIEDAD DE encastes -Murube, Atanasio, Juan Pedro Domecq, Jandilla y Lisardo Sánchez-, la corrida concurso de Salamanca, solo ganaderías del país, se dilucidó entre tres toros bien distintos. Los tres primeros. El orden de salida, marcado por el orden de antigüedad. Primero, un lustroso murube de El Capea, con el viejo hierro de Moreno Santamaría, de impecables hechuras, precioso. Luego, el del Puerto de San Lorenzo, un espléndido ejemplar de 650 kilos, un Cuba de reata segura y reconocida de la casa. Y después, uno de Garcigrande bastante diferente de cualquiera de los seis de la reciente corrida del pasado viernes. El del Puerto, remangado y acapachado, muy astifino, fue con diferencia el más hondo de los seis. Un toro imponente. El de Garcigrande, discreto remate, cuerna abierta, las astas grises, corto de cuello, tuvo la virtud obligada de la elasticidad.

Los tres cumplieron en el caballo, pero solo el de El Capea lo hizo con nota sobresaliente: arrancando de largo, romaneó en un primer puyazo cobrado por Óscar Bernal -el mejor puyazo de la tarde- y de muy largo, casi los medios, volvió a venir al caballo, a recargar y a pelear entregado. Fue en varas el más completo de un concurso donde no contaron sino que quedaron descalificados antes de banderillas los dos jandillas de la casa Matilla -un cuarto de García Jiménez y un quinto de Olga Jiménez- y el inmenso toraco de Espioja que tuvo tanta seriedad como armonía pero, además, alergia al caballo de pica.

Tito Sandoval, maestro y referencia de la excelente hornada de picadores salmantinas que han seguido su estela, midió el castigo del toro del Puerto con genuina sabiduría. Tras los dos puyazos reglamentarios, el toro sacó en la muleta excelente estilo, viveza de fondo bravo, un punto de agresividad. El toro de El Capea, el más castigado en varas de los seis, tuvo en la muleta muy suave son. Un toro con música. Acusando el castigo de los dos puyazos, perdió las manos tres veces pero para recomponerse enseguida. Las pausas con que Manzanares administró una faena chillona, templadita y despegada, lo fueron a favor del toro. El toro de Garcigrande, banderilleado a campo abierto por Ismael Martín, no siempre gobernado, algunas salidas sueltas, mantuvo viva la tensión hasta la hora de doblar tras una excelente estocada. Manzanares atravesó con la espada al toro de El Capea. Borja Jiménez cobró una entera baja con el toro del Puerto, que tuvo una singular muerte de bravo, tan resistida como emocionante. La casta a borbotones.

A mitad de festejo estaban intactas las señales de cal con los seis hierros concurrentes marcadas entre el platillo y las puertas de toriles y corrales. Señal de la fijeza de los tres toros en competencia. No hubo toro que mejor galopara de salida que el cuarto, de los hermanos Matilla. Tampoco ninguno tan sencillo en la muleta que tomó como en embestidas amaestradas. Pero, muy tardo en varas, escarbó y volvió grupas. Manzanares lo toreó a placer y lo mató muy mal. El quinto, el otro jandilla del reparto, saludado con chicuelinas en cadena o salpicadas, tardó en fijarse, como los toros que no se han parado antes de ver caballo, y sacó en la muleta un temperamento chispeante y defensivo. El toro de Espioja se paró a las primeras de cambio, pero dejó a Ismael Martín cuajar un brillante tercio de banderillas -con propina de cuarto par-, arriesgado, espectacular, certero.

La lidia más refinada fue la de Manzanres con el toro de El Capea. Pero con el capote los mejores momentos los firmó Ismael, el joven torero de Cantalpino que se estrenaba en la feria como matador de alternativa. Notables las maneras del toreo a la verónica clásica y casi lograda una versión del quite de oro -invención casi mágica del maestro mexicano Pepe Ortiz- para sacar del caballo al toro de Garcigrande, que cabeceó.

El arrebato y la pasión llevaron el sello de Borja Jiménez, que salió por todas. Más feliz la entrega con el toro del Puerto que se pasó guapamente por la faja en tandas cortas en redondo ligadas a pelo y sin aliviarse en la que fue faena de más tensión y dificultades de todas. Algo atacada, la figura forzada, su versión igual de entregada con el toro de Olga Jiménez que dejó sometido y fijado con una soberbia tanda de doblones. Ismael fue más arrojo que ciencia con el toro de Garcigrande, y entusiasmo y firmeza insuperables con el toro de Espioja sin perderle la cara ni pasos, ni hacerle regates.

El palco sacó el pañuelo a destajo y gratuitamente. Venga a dar orejas….

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Cuaderno de Bitácora.- "Bosque de piedra....remanso de quietud". Términos entresacados del primer libro de poesías de Miguel de Unamuno. Año 1907. "--- yo te bendigo, mi Salamanca". Olvidado como novelista y ensayista, como pensador atrincherado, pero no como poeta ni como ejemplo de dignidad intelectual en el sangriento verano de 1936, Unamuno sintió por el paisaje urbano de Salamanca una pasión desmedida.

Era, claro, una Salamanca muy diferente a la de ahora. Confinada en los límites de la ciudad renacentista. La altiva almendra de lo que ahora llamamos el casco antiguo, la ciudad emblema. saturada ayer de turistas y de ruido. Una boda en el Ayuntamiento,  una banda desafinada de música brass en los soportales para celebrar la boda civil mientras los novios posaban bajo una llovizna otoñal. No asomó el sol en todo el día.

"Bosque de piedra"- Y su correlato: una ciudad sin apenas zonas verdes- ni en la antigua almendra ni en los ensanches de los barrios nuevos o novísimos. La mancha espléndida del Huerto y Jardín de los Jesuítas, la pequeña y cuidada Alamedilla plantada entre un apeadero de la línea de las Fuentes de Oñoro y la plaza de España donde convergen las avenidas de la ronda urbana y frontera. Una de ellas, la Gran Vía, es una calle muerta. Seis o siete líneas de autobuses que conectan o cruzan las periferias. Locales cerrados en  la zona de soportales. Una sensación de ciudad vacía. De todas las plazas "de la Constitución" española que conozco la de Salamanca es la menos plaza de todas,la que menos la celebra. Rectángulo partido en dos mitades asimétricas por la propia Gran Vía. Al lado, la Audiencia Provincial. Enfrente de ella, la Torre del Aire, edificio singular. Bonito el nombre
Última actualización en Domingo, 22 de Septiembre de 2024 21:15