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Se torea como se és. Juan Belmonte

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Azpeitia. Cronica de Barquerito: Indultado un toro de una gran corrida de Murteira Grave

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Quinto de la tarde, de nombre “Almirante”, una auténtica máquina de embestir que desata una euforia incontenible

El venezolano Colombo esgrime sus armas y repertorio de torero popular

Notable debut en sanignacios de Clemente y Jorge Martínez


Azpeitia, Guipúzcoa, viernes, 2 de agosto de 2024. (COLPISA, Barquerito).- 3ª y última de la Feria de San Ignacio. 2.500 almas. Nublado, templado. Dos horas y tres cuartos de función. A hombros Colombo, Joaquim Grave y el empresario Joxin Iriarte.

Seis toros de Murteira Grave. El quinto, de nombre Almirante, negro zaino de capa. número 47, 520 kilos, nacido en diciembre de 2019, fue indultado por aclamación. Primer indulto que se realiza en esta plaza. El ganadero y el mayoral acompañaron a Colombo en una festiva vuelta al ruedo.

Clemente, una oreja y vuelta. Jesús Enrique "Colombo*, ovación y máximos trofeos simbólicos tras el indulto del quinto toro. Jorge Martínez, ovación que recogió la cuadrilla y ovación tras aviso. Martínez resulto lesionado al entrar a matar al tercer toro con luxación del hombro izquierdo por lo que tuvo que pasar a la enfermería, en donde le fue recolocado el hueso que se había salido. Volvió al ruedo para lidiar el sexto toro. Antes de comenzar la corrida se entregó en el ruedo el premio al mejor toro del año pasado en esta feria que correspondió a "Vinagre" de la ganadería de Murteira, lidiado en quinto lugar por el venezolano "Colombo".

 

EL PRIMER TORO de una imponente corrida de Murteira Grave, un negro burraco de serio cuajo, derribó en un primer puyazo y salió suelto del primero bis. De mucha movilidad, pronto en banderillas, con un punto temperamental y codicia de bravo, se empleó en la muleta sin desmayo. Fue toro de dos manos: de entrega por la derecha, la cara arriba por la izquierda. Clemente se había estirado en el recibo de capa con lances de caro concepto -la verónica canónica- pero desiguales logros y el remate de media buena.

Sin pruebas, estuvo puesto desde el primer muletazo de una faena planteada y compuesta en los medios, de firmeza indiscutible y solución declinante. Mucho mejor el primero de sus tres tramos, cuando más pesaron los viajes en torrentera del toro, que el segundo, cuando el toro le corrigió y el fluido por la izquierda se cortó, y que un tercero de más que tuvo por broche una giraldillas de la vieja escuela y una excelente estocada.

De bravo salió el segundo, colorao, con muchos pies. Un toro nervioso y poderoso. Colombo pretendió cambiarlo con un solo picotazo trasero y llegó a cambiarse el tercio, pero el propio torero venezolano supo rectificar. De bravo se arrancó el toro para un segundo puyazo que hizo sangre corrida por el canal hasta la penca del rabo y no a la pezuña. Una rareza. Tres pares de banderillas de fatigosos preparativos. A los tres vino disparado el toro. Un cuarteo apurado, un segundo par de poder a poder reunido tras olímpica carrera y un tercero al violín de dentro afuera.

Colombo brindó a la gente joven de la meseta de toriles, territorio comanche, incondicional. Para ellos, y no solo, fue una faena muy de público, de gestos cómplices, pausas y más pausas, guiños y tiempos muertos. Dos vueltas le dio la banda al Zacarías Lecumberri. Entre vueltas y revueltas el toro cumplió con su deber: embestir, meter la cara y hacerlo por las dos manos. Espaldinas antes de la igualada, un pinchazo y una estocada defectuosa. Se había dejado Colombo el cañón en casa. Su hora estaba por venir.

Antes de esa hora saltaron dos toros: un tercero de magníficas hechuras, de sobresaliente codicia pero a menos y pegajoso en la muleta y un cuarto de gran trapío que se empleó en el caballo y se vendió caro después. Con el hermoso tercero dejó patente su calidad Jorge Martínez: lacios los brazos, compostura armoniosa, trazo lento del muletazo, suave manera de citar incluso a la voz, buen compás. Cuando el toro empezó a plantarse, perdió tensión la faena. En la reunión con la espada -estocada al segundo intento- Jorge se dislocó el hombro. Clemente se empeñó sin volver la cara con el hueso de la corrida, violento por la mano diestra, templado por la izquierda. Demasiado largo un trasteo de firmeza pero desigual factura. Media tendida. Y una vuelta al ruedo autoconcedida.

Y luego fue el acontecimiento inesperado: la bravura torrencial de un quinto toro que se había blandeado en el caballo y apuntado calidad en el capote -delantales, un recorte, un galleo, el inefable quite del Zapopán-, arreó en banderillas como un pura sangre y no paró de embestir y embestir con un ritmo insuperable en una faena de mucho carrete, de norias interminables por la mano derecha sin que el toro se soltara nunca, más meritoria en una sola tanda de naturales bien tirado y sembradas de paseos y los mismos guiños del repertorio huracanado de firma Colombo.

Visto el toro, empezó a cundir la petición de indulto. Se hizo de rogar el palco. Pero cedió. Ovación para el toro cuando enfiló la puerta de chiqueros por donde había salido casi media hora antes. Apoteósica la vuelta al ruedo de Colombo, el ganadero Joaquim Grave y su mayoral. Abrazos y plácemes. Todo el mundo, contento. El matador, el ganadero, que repite por tercer año triunfo y con más fuerza que en las dos ocasiones previas, y el empresario Joxin Iriarte, que ideó el invento y lo puso en escena, sin saber que también a él iban a pasearlo a hombros. Los tres espadas le habían brindado uno de sus toros de lote.

Noble fue el sexto jugado después del terremoto. Casi a oscuras, pasadas las nueve de la noche, Jorge Martínez apostó por el toro, que se le quedó debajo demasiado pronto y más de una vez. De nuevo, el trato delicado y sereno del toro, y el sello del valor, el encaje sin forzar, seguridad impropia de un torero que solo toreaba su segunda corrida del curso. Cuatro pinchazos, un aviso y un golpe de cruceta. Y se acabó la feria

Última actualización en Sábado, 03 de Agosto de 2024 15:51