Unos sanfermines fieles al rigor, el patrón y la personalidad de siempre
Ocho corridas de toros en puntas y ocho encierros matinales, un elenco de veintitrés matadores, el dato preocupante del envejecimiento del escalafón y la garantía de ganaderas punteras propias de la Feria del Toro
Pamplona, viernes, 5 julio de 2024. (COLPISA, Barquerito)
LAS OCHO CORRIDAS clásicas de la Feria del Toro, vulgo sanfermines, se han programado este año de domingo a domingo. Del 7 al 14 de julio. Las fechas del calendario en Pamplona son sagradas. Se prevé que las grandes avalanchas de corredores del encierro se precipiten en el segundo de los dos fines de semana. El sábado 13, el encierro de José Escolar, y el domingo 14, el de Miura. Se pretende que, con su vitola de temibles, uno y otro hierro tengan efectos disuasorios y limiten dentro de lo que cabe el número de corredores.
Hace ya un tiempo que la masificación del encierro se ha convertido en asunto de máxima preocupación. La destreza y resolución de los pastores que controlan la carrera de los toros en la retaguardia y en los puntos de paso clave, la docilidad intuitiva y bien domada de los bueyes que abren y cierran paso, y la sabiduría profesional de los cuatro dobladores que dentro de la plaza conducen la manada hasta los corrales, todo eso conforma una fiable red de seguridad no exenta de incertidumbre.
La aplicación de sustancias antideslizantes en el pavimento, fórmula que en su dúa suscitó recelos críticos, ha resultado providencial para las dos partes: para los toros, que han dejado de tropezarse, y para los propios corredores, que sienten ahora firme el piso. Sin perder su riesgo consustancial, los encierros han ido progresivamente ganando en velocidad. Como si se tratara de registros olímpicos. El promedio de los ocho encierros lleva años por debajo de los tres minutos, una marca impensable hace un cuarto de siglo. Las lesiones provocadas por cogidas y cornadas se han ido reduciendo sensiblemente. Han crecido, en cambio, los traumatismos por caídas de los corredores.
El grado de atención sanitaria en los encierros es insuperable. La asistencia urgente de primera instancia y la cirugía y la convalecencia hospitalarias son una auténtica garantía. La trama del encierro y la de todo lo que en Pamplona concierne al toro funciona como un reloj suizo. Es proverbial la puntualidad rigurosa de los sanfermines, ejemplificada en tres de sus detalles mayores: el cohete -chupinazo- que abre la fiestas se lanza a la doce en punto del mediodía del 6 de julio, las fiestas concluyen a las doce de la noche del día 14 con el coro masivo vela en mano del triste y zumbón lamento del “Pobre de mí, pobre de mí”, y el cohete de alerta que marca el inicio del encierro en la corraletas de Santo Domingo, a las ocho en punto de la mañana. Las tres citas, con eje en la plaza Consistorial. Los progresos técnicos en la retransmisión televisada han dado a los encierros dimensiones insólitas que refuerzan su carácter de fiesta singular y universal. Ninguna otra fiesta española resiste la comparación. La media milla taurina del casco viejo de Pamplona es sencillamente única
Según costumbre vigente desde 1959, la comisión taurina de la Casa de Misericordia selecciona en primer lugar las ganaderías -se apalabran en firme a mediados de otoño- y solo en primavera se ajustan los nombres de los espadas concurrentes, que serán en esta edición veintitrés, los mismos que en los dos últimos años. Roca Rey es el único de ellos anunciado en dos tardes y acredita aquí su papel de torero mandón, que no exige pero sí elige ganaderías.
Cinco de los veintidós restantes del elenco son nuevos en San Fermín: Fernando Adrián, Noé Gómez del Pilar, Juan Ortega, Juan de Castilla y Tomás Rufo. Morante de la Puebla ha tenido que renunciar a participar por problemas de salud. El cupo de toreros veteranos, con al menos quince años de alternativa, es relevante: diez de los veintitrés, casi la mitad. Habrían sido once con Morante. No es menos relevante el número de matadores que ya han cumplido y están a punto de cumplir cuarenta años de edad: ocho, y nueve con Morante, más de la tercera parte.
El dicho tradicional de “el toro, de cinco, y el torero, de veinticinco” ha saltado por los aires. Tan solo uno: Tomás Rufo. El peruano Roca Rey, el mexicano Isaac Fonseca, el venezolano Jesús Enrique Colombo, el colombiano Juan de Castilla y el español Ginés Marín son los únicos que, Rufo aparte, bajan de los treinta años. Son, en fin, nueve los que andan por la treintena. La teoría de que el escalafón de matadores precisa de una urgente renovación se hace patente en el inventario de San Fermín, un abono habitualmente abierto a las novedades.
Aunque todavía colean los estragos derivados de la pandemia -reducción de camadas, y en particular de las asignadas para las temporadas de 2024 y de 2025-, las corridas de la Feria del Toro cumplen con los requisitos del llamado toro de Pamplona: volumen, peso, armadura. Y casta. Tres corridas de antemano duras: Cebada Gago, Escolar y Miura. Y cinco sobre el papel más propicias: La Palmosilla, Victoriano del Río, Fuente Ymbro, Domingo Hernández y Jandilla. Los encastes de tronco Domecq originario son mayoría. Y garantía.
En el prólogo de las ocho corridas estelares, una novillada nocturna con tres jóvenes promesas y la ya tradicional de rejones del día 6 en que Pablo Hermoso de Mendoza se despide no de la profesión sino de sus paisanos y en lo que se prevé como un mayúsculo acontecimiento sentimental.
=====================
Cuaderno de Bitácora.- Una tormenta de verano. Está todavía lloviendo. Pero más mansito.
Un corredor del encierro ya retirado dice que los encierros, por previsibles, y por la velocidad, han perdido su emoción genuina- No tiene buena opinión de los
pastores. Un toro de no digo qué ganadería le rompió el coxis en la curva de Mercaderes, tan célebre como peligrosa, y le pegó una cornada envainada que pudo haber sido fatal pero no lo fue. Como tantas otras.