Dos orejas, casi tres, dos faenas redondas, claridad de ideas, inspiración, firmeza y entrega sin reservas con un lote sobresaliente: un toro extraordinario de Victoriano del Río y un noble sobrero de Torrealta
Madrid, 7 jun. (COLPISA, Barquerito)
Las Ventas. 25ª de feria. No hay billetes. 24.000 almas. Nublado, bochorno, sofocante, revuelto, ventoso. Dos horas y treinta y cinco minutos de función.
Cinco toros de Victoriano del Río y un sobrero-5º bis- de Torrealta.
Emilio de Justo, silencio tras aviso en los dos. Borja Jiménez, oreja y dos vueltas con petición de la segunda y oreja. Salió a hombros. Roca Rey, silencio tras aviso y silencio.
A LOS DOS TOROS de Victoriano del Río que le cayeron en suerte se fue Borja Jiménez a esperarlos de rodillas en el tercio frente a la puerta de toriles. El segundo de corrida, que iba a ser uno de los toros de la feria, asomó algo frío, pero Borja logró a pesar del viento librarle la preceptiva larga cambiada y coserla con dos delantales, tres chicuelinas y una revolera. Toda una declaración de intenciones. Y al tiempo, proclamación del toro, que rompió con un galope de vértigo, se picó corrido y se vino al galope también tras la segunda vara al capote de Roa Rey, que cuajó en los medios el quite de la tarde. Por saltilleras de vuelo y encaje perfectos.
El quinto de corrida, de muy bella lámina, el más armónico de los seis, sí que galopó franco en cuanto sintió el reclamo de Borja a la voz. Mientras se esperaba la suelta del toro, se coreó en una grada de sol y sombra el “¡To-re-ro, to-re-ro!” de las grandes ocasiones, a destiempo, pero premonitoriamente. Librada la larga, Borja se estiró a la verónica, cuatro cosidas ganando terreno y media. Espléndido el galope descolgado del toro. Borja lo llevó galleando al caballo. Para entonces empezó a trastabillarse el toro, finísimo de cabos. Después de cobrar un puyazo casi simbólico, se derrumbó. Fue devuelto. Al sobrero de Torrealta no tuvo más remedio que irse Borja a buscarlo como a los otros dos. Y a repetir ya en pie la costura de lances bien volados, delantales, chicuelinas y una media extraordinaria, todo en el mismo paquete. Sin la vibración irresistible del toro de Victoriano del Río, que humilló y repitió lo indecible, incansablemente, el sobrero de Torrealta sí tuvo buen son y, pronto, se empleó sin reservas.
Las dos faenas de Borja tuvieron en común la claridad de ideas en planteamientos y soluciones pero fueron distintas. Las dos empezaron sin apenas pruebas. Las tres dobladas de apertura en el primero se empalmaron con una primera tanda en redondo muy poderosa. Enterró pitones el toro pero para recuperar de inmediato la vertical y pelear como había prometido de salida. La muleta a rastras para no ser Borja descubierto por el viento y esa fue la clave del gobierno de todas las embestidas sin excepción del toro, que fueron muchas y casi idénticas, Tres tandas sin una sola duda, encaje impecable, ni un enganchón. La trinchera en un remate, el natural cosido con el de pecho en otro, y de nuevo la trincherilla en la primera de dos series de naturales frontales, que fueron un alivio. Toda la faena en un palmo en señal de autoridad. Muy celebrada la faena, por rotunda. Se perfiló de largo en la suerte contraria Borja y, a paso de banderillas, una estocada casi letal. La muerte del toro fue un espectáculo. Por la manera de resistirse y de estar a punto de resucitar. Un mar de pañuelos blancos. El palco negó la segunda oreja. La bronca fue de órdago. Y en medio de la bronca se arrastró el toro sin una sola palma.
La faena del quinto fue puro garbo. No hizo falta poder tanto como antes. Bastó con templar los viajes sin forzar, con airearse entre tanda y tanda pero sin abusar de paseos enojosos. Descarado, inspirado, seguro el torero de Espartinas que repitió trasteo en un solo terreno, improvisó , fue breve, prefirió no atacar por la mano izquierda, que no pareció propicia, pinchó arriba y agarró una estocada ahora sí letal. La puerta grande. Y con ella, la redención, porque a la hora del paseíllo pesaba todavía la angustia del quinario vivido con los tres toros de Victorino del pasado miércoles. De un golpe, al olvido.
Roca Rey se sintió sometido a juicio sumarísimo desde el paseo. Los tres avisos de la última visita a las Ventas contaban. Prendiò la mecha con una aparatosa apertura de faena ante un tercero de 600 kilos con muy pocas ganas de trabajar. Faena de perder pasos, monolítica, plana. Y el ambiente, muy en contra. Con el sexto, manso receloso, no quiso insistir Roca. Brevedad lógica y contundente espada. Emilio de Justo se llevó un cuarto que pegó saltos de cabra y solo pasó mal que bien. Faena pesadísima. El primero, con genio en el caballo, fogoso y bravucón, a menos, no duró ni una docena de viajes.
==========================================================
Cuaderno de Bitácora.- Madrid no es una ciudad museo, pero el turismo de masas la castiga. En zonas como la Plaza Mayor o la de Oriente donde el espacio para las terrazas al aire libre está pautado y se respeta, el turismo no hace daño. La Plaza Mayor está dañada, pero no tanto por las terrazas como por prestarse a usos perversos y diversos, con la sola excepción del mercadillo de Navidad. Las expediciones de visitantes en grupo son invasoras. Puede haber hasta siete grupos a la vez atendiendo las leyendas de los guías que inventan historias. La estatua de Felipe III es de mérito, La de Felipe IV en la plaza de Oriente es seguramente la mejor de Madrid. ¿Demasiado ampuloso el pedestal con sus cascaditas? Una cursilería.