Un botín de tres orejas de discutible rigor
Morante corta faena tras ser insultado por voz anónima
Cuatro toros endebles y muy bondadosos de Juan Pedro Domecq
Bilbao. Miercoles, 23 de agosto de 2023. 4ª de las Corridas Generales. Calor sofocante. 7.000 almas. Dos horas y cinco minutos de función. Seis toros de Juan Pedro Domecq.
Morante, pitos en los dos. Manzanares, silencio en los dos. Talavante, una oreja y dos orejas, a hombros.
COMO ES propio de los toros movidos en corredero, los seis de Juan Pedro Domecq salieron con muchos pies. Los tres cinqueños jugados por delante y los tres cuatreños restantes también. Galopar con son de bravo lo hizo tan solo el sexto, que fue, además, el de mejores hechuras de una corrida de hermosa lámina. Correr sin desmayo ni fijarse, sueltos de lances de mero pasar, y claudicar, perder las manos y trompicarse antes o después y más o menos veces lo hicieron todos también.
Todos, salvo los dos del lote de Morante. Un primero de aire severo que Morante recogió sin estrechuras porque no le dejó estirarse el toro -los corretones son inciertos- y un cuarto que se vino cruzado de salida y al bulto por la mano izquierda, y obligó a Morante, pegado a tablas, a soltar el capote como señuelo en un autoquite providencial de urgencia. Cuando Morante puso pie en el estribo para saltar la barrera, se revolvió el toro, que volvió a hacer por él. No pudo Morante tomar apenas impulso y acabó cayendo a plomo y de costado al callejón.
Pareció entonces que iba a írsele en blanco la tarde. Morante había abreviado sin disimulo con un primero aplomado, el único de la corrida que hizo el gasto en el caballo, dos varas en toda regla, la primera de las dos romaneando y la segunda, empleándose todavía pero no tanto. Después de picado, Morante siguió midiéndolo con capotazos largos de su invención, muy tapado el toro, que tan solo después de media docena de muletazos por alto se plantó con insuperable desgana. Una estocada sin tiempo que perder y un golpe magistral de descabello que Morante tiene patentado, sin echarse encima del toro, sino dejándole descubrir a casi un metro. Se enfadó la gente.
A todo el mundo sorprendió la entereza con que Morante reaccionó después del batacazo. Ni un gesto. Se fue en busca del toro para probar de capa si tenía algún
problema de visión. Serían solo resabios de manejo, pero la primera vez que, muleta en mano, se puso Morante con la izquierda delante, el toro repitió el extraño de salida y no hubo ya caso. El toro se había picado corrido y por su cuenta en el caballo que hacía puerta y, sin definirse del todo, Morante le dio cuerda por la mano derecha. Una costalada al segundo viaje, pero Morante insistió, se abrió a la segunda raya y remató una breve tanda con un lindo cambio de mano por delante. Hubo dos tandas más igual de breves y rematadas con el de pecho, bien compuestas. Se aplomó el toro. Una voz del tendido 5 profirió un insulto indescifrable -¿golfo, gordo?- y entonces Morante, ofendido, cortó en seco, se fue por la espada sin más y cobró al tercer viaje una estocada trasera. Muchos pitos, pero también un coro de aplausos de desagravio.
Morante era el papel de la corrida. Del sorteo se llevó los dos únicos toros de menos posibles. Ni siquiera alguno de los dos tan pastueños de Manzanares ni de los dos de más templado son del de Talavante. Nobles los cuatro, de no ver más que engaño, menguaditos de fuerza, en mínimos de poder el sexto que, solo por fondo, aguantó vivito y flaqueando una frondosa y variopinta faena de Talavante que contó con el aliento y beneplácito del personal y del propio palco, que la premió con dos orejas. Su apertura explosiva de rodillas no fue precisamente oportuna, pero sirvió para encender la mecha de una especie de traca donde no faltaron los guiños y miradas al tendido, un desplante inerme a pecho descubierto, un farol suelto y, en fin, el pulso preciso y seguro enroscarse el toro y tener mal que bien en pies al toro, que rodó sin puntilla. Con menos clamores se siguió una primera faena abierta también con una abigarrada e impropia tanda mixta, mucho ruido, mucho humo -rodillazo, molinete, cambio por la espalda- pero lograda cuando Talavante, ya asentado, aunque abusando de los paseos periféricos, se echó la muleta a la izquierda y se prodigó con ella. Ese tercero fue el toro de más fuelles de los seis.
Sin las ideas claras, abusando de las voces y del toreo de abajo arriba, Manzanares, compuesto y vertical pero rígido, no encontró la manera de soltarse ni redondear. La faena del quinto se vivió con un silencio castigador apenas roto por el graznido de un par de gaviotas extraviadas. La otra, con el eco de algunos animadores. Tres pinchazos antes de una estocada en uno, y media atravesada en otro. El sitio con la espada, perdido.
======================
Cuaderno de Bitácora.- Un calor como el de los ambientes de los dramas Tenesee Willliams en que el propio público acaban sudando por la frente y por la espalda. El ascensorista de VIsta Alegre había recibido una foto de un amigo con un termómetro de Sestao a 46 grados. Un termómetro al sol. El de la plaza Indauchu marcaba 39 a las cinco y media de la tarde. A partir del tercer toro se ha ido suavizando la cosa.
La cosa dentro de un orden. A mí se me pegaba la camisa al cuerpo. Estaban casi desiertos los tendidos y las gradas de sol. Una vecina de la delantera de grada nos ha consolado con una profecía: mañana bajan diez grados, y el viernes y el sábado va a llover.
Jacinto Gomez Tejedor, catedrático de Ciencias Naturales de no sé cuál instituto de Vizcaya, predijo el cambio climático en su librito de hace cincuenta años. La Conferencia Internacional de Estocolmo de 1972 y la de París de 1968 sobre la Biosfera fueron aviso para navegantes desoído. Con retraso, mucho retraso pero todavía a tiempo, en Vizcaya y Bilbao se reaccionó. El nuevo Puerto, el desmantelamiento de astilleros y Altos Hornos, el control de las explotaciones mineras. Se sanearon los ríos que en el libro de Tejedor aparecen señalados por el grado disparado de contaminación. La reconversión industrial de Bilbao repercutió en la economía del toro. Para mal. Se perdieron clientes. Subieron las temperaturas y a veces no sé si convertir Bilbao en ciudad turística ha sido una brillante idea. Era más poderosa la vieja ciudad contaminada y tendida bajo un cielo "panza de burra" tan difícil de respirar.