Corrida impecable y variada de Fuente Ymbro
Tres toros de alta nota
Perera le corta una oreja al primero pero no remata su mejor faena
Pinchazo de Juan Leal
Bilbao, 22 ago. (COLPISA, Barquerito). - 2ª de las Corridas Generales. Estival. 4.500 almas. Dos horas y treinta y cinco minutos de función. Seis toros de Fuente Ymbro (Ricardo Gallardo)
Miguel Ángel Perera, una oreja y ovación tras aviso. Juan Leal, que sustituyó a Daniel Luque, ovación tras aviso y silencio tras aviso. Leo Valadez, de México, silencio y palmas.
TRES TOROS de nota: un primero muy noble, de excelente son por la mano derecha, un segundo muy completo para el que se pidió la vuelta en el arrastre y un cuarto pronto, bravo y fiero, de mucho escarbar antes de atacar con encendido temperamento, eléctricas embestidas, algunas de vértigo, y un punto pegajoso. Hubo, además, un quinto toro muy apacible, que, jugado después del tremendo cuarto, apareció la calma después de la tempestad. El sexto se apagó antes de lo previsto. El tercero, que desdijo en hechuras de los otros cinco, se apoyó en las manos, escarbó, cabeceó y claudicó, y fue por eso el garbanzo negro, tampoco tan negro, de una brillante, variada y hermosa corrida de Fuente Ymbro. Una corrida bien armada y de impecable presentación. Hizo honores a la leyenda del llamado en su día “toro de Bilbao”. Por la seriedad y su armónico trapío. Como fue corrida liviana -un promedio de apenas 510 kilos, sin contar al grandón tercero-, se movió con general viveza.
Los seis fueron toros con plaza, pero solo fue aplaudido de salida el cuarto,
enmorrillado, largo, bajo de agujas, de aire agresivo. Esa agresividad tuvo refrendo no tanto en el caballo -el toro se quedó casi crudo de dos puyazos dosificados- como en banderillas, lidiado entonces con muchos apuros y sin someter ni fijar. Es posible que Perera no se esperara tanto toro y tan de repente, lo brindó al público y solo en la primera toma se encontró al enemigo con las pinturas de guerra y apuntado siempre, el dedo en el gatillo. La guerra iba a durar la faena entera, que sin ser corta fue intensa.
Perera se vio obligado a abrir pausas, prueba de lo que costaba estarse con el toro sin rectificar ni dejarse enganchar el engaño a pesar de los apretones. A partir del tercer muletazo de cada serie, el toro se acostaba ligeramente y parecía a punto de revolverse. No siempre fue posible capear la furia, pero Perera no volvió nunca la cara y, sin dejarse sorprender, se ajustó sin duelo, salvo en la resolución al principio del combate de un doble de pecho, que fue árnica. El toro solo quería la pelea por abajo y hubo al fin la tanda de la concordia: una en redondo rehilada de cinco seguidos en carrusel que dejó visto para sentencia el caso. La emoción de la pelea prendió en la gente. Un. metisaca en los bajos fue un jarro de agua fría. Perera renunció a descabellar. El toro murió casi barbeando tablas pero sin pararse ni acularse en ellas. Fue ovacionado en el arrastre tanto como un segundo espléndido para el que se pidió la vuelta al ruedo. Sacaron a Perera a saludar. Perera fue el hombre de la corrida.
Descentrado Juan Leal, llamado el lunes para sustituir a Daniel Luque, y desafortunado en el sorteo Leo Valadez, que se empeñó con el sexto sin mayor eco a pesar de se seguro dominio y de una excelente estocada. Para Leal fue el lote más completo de la corrida. El segundo, un toro de carril, y un quinto de bondad francisana. En su primer turno, apuntes temerarios de Leal en una apertura de faena de rodillas en la boca de riego y un trasteo despegado, siempre por fuera, forzada la figura. En su segundo -brindados los dos al público- ni una sola palma para una faena sin acople y muy gritona. Una estocada trasera tras pinchar al segundo, cuatro pinchazos y cinco golpes de verduguillo para rendir al quinto. Con el tercero Valadez porfió sin desmayo ni brillo. Al sexto lo manejó con cabeza y fino criterio, y lo mató por arriba.
La fiesta había comenzado con una faena de Perera de las de coser y cantar, sencilla y segura, algo reiterativa, salpicada al final por un bucle de circulares y una tanda de postre resuelta con el doble de pecho con uno del desdén en medio. Una estocada. En el tercio de banderillas de ese primer toro se protestó que la banda tocara piezas populares o copleras que despojan de su natural solemnidad suertes de riesgo. En esos momentos no parece Bilbao la plaza.
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Cuaderno de Bitácora.- El mayor problema de Bilbao en 1973 eran las ratas. Eso cuenta, y cuenta bien, Jacinto Gómez Tejedor, mi naturalista de cabecera. Dos millones de ratas en aquel Bilbao, o sea, cuatro por habitante. La población de ratas puede mutiplicarse por seis al año. Ocho crías por parto. Los vertederos de basura eran su foco favorito para proliferar. ¿Un remedio? Tejedor sugiere "proteger las aves rapaces (y otros animales) que destruyen a las ratas con las que se alimentan.
Mañana, una de culebras y víboras. Y algo de pesca para cenar.