Agraciado con un notable lote de la encastada corrida de Victoriano del Rio, se atiene al ritual de un espectáculo protagonizado por su persona
Dos orejas de un toro
Otra vez a hombros
Pamplona. Jueves, 13 de julio de 2023. 9ª de feria. Soleado, templado. Lleno. 19.700 almas. Dos horas y tres cuartos de función. Seis toros de Victoriano del Río. El quinto bis, sobrero, con el hierro de Toros de Cortés. El segundo, Forajido, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.
Emilio de Justo, silencio tras aviso y silencio. Roca Rey, saludos tras dos avisos y dos orejas. Tomás Rufo, una oreja y silencio.
CINCO DE LOS SEIS toros de Victoriano del Río que corrieron el encierro eran cinqueños. El único cuatreño, menos toro que los demás, fue segundo de corrida. De los dos sobreros de Toros de Cortés, segundo hierro de Victoriano, el primero, cuatreño, se jugó como sobrero, quinto bis. El único sobrero de la semana. De modo que por puro azar en el lote de Roca Rey acabaron entrando los dos cuatreños, que fueron, además, los mejores de la corrida.
Los dos descolgaron a las primeras de cambio, los dos humillaron y repitieron. Con más alma, o sea, más codicia, el sobrero, que no había corrido el encierro. De modo más sencillo el que sí lo había hecho. Con los dos se empleó Roca de parecida manera. No hubo ni que tirar la moneda al aire. La suerte le había deparado el lote más goloso de San Fermín. El segundo se picó solito, es decir, al relance y al cabo de una lidia deficiente. El quinto, a su aire en el primer tercio, cobró bastante menos que cualquiera de los otros cinco. Un puyazo delantero no lo mermó.
La corrida fue zurrada a modo. Más que ninguna de las seis jugadas por delante. No solo por ser la que más se empleó y peleó en varas. El sexto llegó a sacar el caballo hasta el tercio tras un primer puyazo de dejarlo tundido, y todavía tomó una segunda vara muy severa. El tercero se enceló con el peto, recargó cuando lo despegaron y fue, en varas, el de mejor nota de los seis. Sin tanto poder como el sexto. También el toro que abrió el desfile se entregó en un largo, duro y algo trasero primer puyazo que acabó acusando después. No por duro sino por trasero. El cuarto de corrida, ligeramente resentido de cuartos traseros, posible lesión derivada de la carrera del encierro, fue el menos castigado y el único de los seis parado después de banderillas.
El lote de Emilio de Justo fue por todo eso el menos grato de los tres. El primero embistió con los pechos, apoyándose en las manos, sin golpe de riñón y se aculó en tablas después de media estocada que precisó de un descabello. Con el cuarto, a pesar de su renuncia. Se embarcó en largo y opaco trasteo. En el lote de Tomás Rufo, que debutaba en San Fermín, se juntaron el sexto y el bravo tercero que avisó con rajarse a tablas de mitad de faena en adelante. El toro había embestido con estilo pero a Rufo le faltaron las ideas, la picardía o los recursos para salirse a los medios, donde el toro habría querido sin resistirse. Molido en el caballo, el sexto, de tremendo cuajo, vuelto de cuerna, se afligió y buscó las tablas como refugio. Bandera blanca. Rufo anduvo seguro y decidido con la espada, activo con el capote en quites y más afanoso que brillante con la muleta. El toro del debut fue una ocasión propicia pero en el fondo malograda.
Con Roca Rey volvió a trabajar la reventa. Su segunda tarde de sanfermines. Está siendo la feria de mejores entradas de los últimos años, pero en las corridas de Roca Rey la expectación parece doble. A su cargo, una puesta en escena caprichosa y nada nueva: su demora en aparecer a la hora del paseíllo en la puerta de cuadrillas, su tardanza en permitir la suelta del toro y sus largas transiciones entre tandas que no se sabe si enfrían o calientan el ambiente, no siempre afortunados los tiempos muertos.
Dos faenas cortadas por parecido patrón, pero con distintos finales. Esta vez no se prodigó Roca en los cambiados por la espalda, dosificó el toreo de rodillas, no tanto los desplantes desafiantes, no renunció a sus ceremoniosos andares en entradas y salidas. Abusó del toreo más rehilado que ligado en redondo con el segundo de corrida, que por no soltarse llegó a cobrar un circular de más de grados, celebradísimo. Con el quinto acortó distancias por lo sano y casi de golpe para provocar el arrimón sofocante que pone nerviosa a la inmensa mayoría. Cuando fue por la vía ortodoxa y no por la temeraria, se fajó. Con la mano izquierda perdió pasos por sistema en las dos bazas. La primera faena terminó con un remedo de las trenzas que tiene patentadas Daniel Luque. La segunda, con un desplante frontal inerme que provocó cierto delirio. El coro de “Perú, Perú, Perú” sonó varias veces. Una estocada trasera y cinco descabellos dejaron sin premio la primera faena, castigada con dos avisos, el segundo cuando rodaba el toro. Una estocada desprendida valió las dos orejas del quinto. A hombros por enésima vez en este su reino de Navarra.
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Cuaderno de Bitácora.- Burlada, Príncipe de Viana. la plaza del Vínculo llena de niños, Sarasate, colas en Correos, Capitanía y Parlamento, la estampa de los Tres Reyes, la estatua de Arazuri (1918-2000) -el cronista e historiador de Pamplona que marcó el camino a todos los demás-, Taconera, San Lorenzo (sin agobios para, delante del santo, recordar a tantos amigos muertos), la pared singular de la calle Recoletas, la plaza de la O, el mirador del portal de Francia, la frondosa ribera del Arga al pie del talud, los corrales del Gas, la Rochapea al fondo, la ronda hasta la trasera del Museo de Navarra, la bajada a los corrales de Santo Domingo vacíos, la subida por la Cuesta sin toros detrás, la pared del antiguo Hospital Militar (refugio de corredores de fortuna), la iglesia cerrada a cal y canto, el Mercado de Santo Domingo (una de las más brillantes soluciones urbanas de la Pamplona vieja), la plaza Consistorial, la oficina de turismo (un Alvaro A. que lee Aplausos y es aficionado), Mercaderes, Estafeta de cabo a rabo, recuerdo del cuarto piso del número 23, donde las fiestas de Noel Chandler, los pies en la puerta del Fitero para degustar con la imaginación las acelgas rellenas, El Monas, el viejo Niza. que ya no es Niza, un banco en Carlos III para leer un ratito, el Mercado del Ensanche, impecable, los pies a las puertas del Cali en la calle Amaya y, al fin, Merindades, la villavesa número 4, de vuelta a Burlada con hambre después de hermosa caminata.