TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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Pamplona. Crónica de Barquerito: "Faena mayor de El Juli"

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Las dos orejas del toro más completo de una notable corrida de Jandilla

Cayetano, genuina torería, recobra su papel de torero predilecto de las peñas

Seis orejas

A hombros los dos

La mejor tarde de la feria


Pamplona, miércoles, 12 de julio de 2023. (COLPISA, Barquerito). 8ª de feria. Soleado, bueno. Lleno. 19.700 almas. Dos horas y veinticinco minutos de función. Cinco toros de Jandilla y uno -3º- de Vegahermosa (Borja Domecq Noguera)

Antonio Ferrera, saludos y silencio. El Juli, una oreja y dos orejas. Cayetano, una oreja y dos orejas. El Juli y Cayetano, a hombros.

EL TORO MÁS COMPLETO de una notable corrida de Jandilla fue el quinto. De porte distinguido y notable alzada, bien rematado, negro, 580 kilos. Se llamaba Torbellino. Apenas asomar, escarbó. El Juli lo debió ver más claro y más pronto que nadie. Casi en los medios lo fijó con garbosos delantales rematados con larga marcada abajo como al desdén. Señal de seguridad. No importó que el toro escarbara antes de la primera vara, ni que la cobrara recostado en el caballo de Barroso, ni que tardeara antes de la segunda, ni que se saliera suelto de un puyazo medido al milímetro. El Juli, colocado en la segunda raya y a la derecha del caballo, estuvo vigilante. Estaba con y por el toro.

Ya había brindado el primero al público y se quedó sin brindar este otro que tan pronto le había entrado en la cabeza. La faena rompió sin hacerse esperar ni pruebas previas. La proverbial resolución de El Juli, una de sus armas infalibles. Cinco banderas por las dos manos, abrochadas con el de la firma y un natural de salida. Respondió el toro con boyantía. A partir de ahí se armó una faena de estricta lógica -no hubo un solo muletazo que no tuviera su razón-, singular por la suavidad en el dominio del toro y de una firmeza sobresaliente.

Tan encajado como relajado, El Juli expuso sin cuento en las aperturas de tanda con la izquierda, que es la más sabia de sus manos, se ajustó de verdad, no desplazó al toro sino lo indispensable y, muleta arrastrada, se lo trajo por delante y llegó a llevarlo muy despacio. El trato fue exquisito. Sin gestos de más, en los medios, El Juli sacó en silencio los espolones del gallo despierto. El fragor de tendidos y andanadas de sol, donde rugen las peñas sin desmayo, cesó como por ensalmo para entrar en la faena como si la hicieran suya y corearla a lo grande. El ritmo trepidante y el hilo continuo de la faena fueron claves para volcar al público tan de golpe.

A partir de un molinete de rodillas, cerrando ligeramente el toro, la cosa tomó la ebria deriva de las faenas mayores, Crecido, arrogante, pendiente del público pero sin dejar su ensimismamiento, El Juli apostó por un final volcánico: péndulos abrochadas con muletazos a cámara lenta, cites de frente, ni un solo enganchón a pesar de la abundancia y el broche sorpresa de una tanda en rizo sin espada a la manera de Daniel Luque. Ya había sonado a coro el ¡Torero, torero! de los grandes acontecimientos. Cuadrado el toro con solo dos toques, El Juli atacó con fe con la espada. Una estocada trasera bastó. Dos orejas. El Juli aplaudió al toro en el arrastre sin hacer alardes.

Para entonces venía la tarde rodada. Un primer toro cinqueño, castaño, musculado y potente, había embestido con correa y son de bravo. Seria de la reserva canónica de Jandilla. Ferrera se empleó en una faena demasiado larga de regular autoridad. El segundo, abierto de cuerna, frío y trotón de salida, se escupió del caballo de pica y puso en apuros a los banderilleros. El Juli lo vio como iba a ver al quinto: antes que nadie. Y lo brindó. Lo toreó con suficiencia, relajado. Ligazón por la mano derecha, sin perderle pasos al toro, por tanto. De uno en uno los muletazos por la izquierda. Cambios de distancia, ideas claras. Al salto, una estocada sin puntilla.

La primera oreja de una tarde que iba a ser de seis, y dos a hombros: El Juli y Cayetano, que entró en escena con el toro más bajo, pero más armado y astifino de los seis. Un tercero del hierro de Vegahermosa, encastado, vibrante, algo enviciado por la mano diestra, lidiado bastante mal. Una larga cambiada de rodillas en tablas en el recibo. Tarjeta de visita de Cayetano para recordar que el penúltimo torero-de-Pamplona era él y estaba dispuesto a hacerlo valer. Y así fue. Sentado en el estribo, Cayetano abrió faena a lo clásico, siguió de rodillas y de frente a la vez, corrió la mano, y se fue sin más a los medios para acoplarse al son del toro, sin apreturas pero templándose, sin dejarse sorprender. El final, de rodillas, desplante de espaldas incluido, tuvo sello tan torero como temerario. Las formas más que el fondo. Una estocada a morir.

Antes de la faena mayor de El Juli, un cuarto toro mansote y desganado, topón, parado. No pasó nada. Ferrera lo mató a la quinta. Y después de El Juli grande, Cayetano, dispuesto a revivir hazañas en San Fermín. Un toro muy grande, mazorcas gruesas, aire bondadoso. Lo lidió con acierto y tiento Joselito Rus. Cayetano lo había fijado en el tercio con buenos lances genuflexos de la escuela y marca Antonio Ordóñez -su señor abuelo- y rematado el saludo con una larga afarolada de dibujo precioso. Una faena de entrega, decisión y valor sereno. Sin arrebatos, algo rígido el brazo que mecía la muleta, más seguras las reuniones que en el tercer toro, parsimonioso Cayetano, que en un final épico de faena cedió al deseo secreto de las peñas y, plantado de rodillas justo delante de ellas, en guiño cómplice con ellas, remató de rodillas sin esconderse, ofreciéndose, llevado en las alas de su coro fiel. Estuvo a punto de herirlo el toro en un ataque a la espalda. La gota que colmó el vaso de la emoción. Una estocada, Rodó sin puntilla el toro. Un clamor.

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Cuaderno de Bitácora.- De las tres jaulas para aves del parque de Burlada, la grande es la más poblada. Donde los pavos reales y los patos, y pájaros de mucho menor porte. Esta mañana contaba la cuidadora que vecinos que abandonan a sus pájaros por irse de vacaciones se las arreglan para meterlos en la jaula como aves intrusas. Dice que no sabe cómo consiguen colarse.

Gorriones hay en todas partes. Nada como un gorrión. En teoría en esa jaula se cuenta con una especie no habitual: el estornino triste. Se llaman así. Leí hace poco que el estornino es un pájaro de particular inteligencia, ave solitaria, de gran sentido musical aunque no figure en el catálogo de las grandes aves canoras. Las plumas de los estorninos, muy moteadas, con abundantes grises metálicos, inspiraron a viejos vaqueros para definir una de las pintas raras del toro de lidia: el cárdeno estornino. Los toros no vuelan pero tienen finísimo oído. Los estorninos y los demás de la paleta. Dos de los toros de la corrida de esta tarde se han parado a escuchar el fragor retumbante de las peñas de Pamplona. Los dos han alzado la cabeza y movido las orejas. Me ha hecho gracia. La estrella de la jaula de los pavos y los patos es un faisán de pelaje policromo: cola y costados escarlata, pechuga amararillo, buche anaranjado. Un cromo.

Las otras dos jaulas tienen menos misterio. En la más pequeña, ya cerca del estanque de los cisnes, hay gallinas negras ponedoras, y un gallo bastante pequeño pero matón. Y una cotorra argentina.
Última actualización en Jueves, 13 de Julio de 2023 08:20