TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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Madrid. Crónica de Barquerito: "Un sobresaliente toro de Valdefresno"

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Y otro muy notable de Puerto de San Lorenzo

Ambiente convulso, dividido y distorsionado que castiga a Roca Rey y premia sin motivo mayor a Emilio de Justo


Madrid, Jueves, 25 de mayo de 2023. (COLPISA, Barquerito)

Madrid. 14ª de abono de San Isidro. Primaveral, soleado, rachas de viento. No hay billetes. 23.900 almas. Dos horas y veinticinco minutos de función. Cinco toros de Lorenzo Fraile -tres -3º, 4º y 6º- con el hierro de La Ventana del Puerto, y uno -5º-, con el de Puerto de San Lorenzo-, uno -1º- de Valdefresno (Nicolás Fraile Mazas) que completaba corrida y un sobrero -2º bis- de El Vellosino (Manuel Núñez).

Manzanares, ovación y silencio. Emilio de Justo, silencio y ovación. Roca Rey, palmas tras aviso y silencio.

Paco María picó muy bien al cuarto.

ANUNCIDA COMO de dos hierros, Puerto de San Lorenzo y La Ventana del Puerto, acabó siendo corrida de cuatro. Uno de Valdefresno completó el sexteto y otro de El Vellosino entró de sobrero por uno del Puerto devuelto con precipitación y sin haber llegado a caerse. Todos los toros, cinqueños, salvo el de Valdefresno, que fue, al cabo, el mejor de la corrida. En primer lugar, por las hechuras. Amplio, muy astifino, armónico. Negro salpicado gargantillo. 550 kilos. Y, luego, por su conducta: por la manera de arrancarse al caballo y encelarse de bravo en la primera vara, por la forma de galopar con tranco templado en banderillas y, desde luego, por el modo de darse en la muleta: descolgado, bueno el son, pronto y fijo, repetidor, muy noble.

Hacía tiempo que no saltaba en las Ventas un atanasio de Valdefresno con tanto estilo. Manzanares pareció verlo antes y mejor que nadie. Sólo que por alguna claudicación menor después de varas se levantó una gresca imponente que urgía a devolver el toro. Sin éxito. La sombra de esa gresca, minoritaria pero muy sonora, apareció en los primeros compases de una faena que Manzanares planteó con asiento y las ideas claras. Templado y sereno, ajeno a la gresca ciega, suelto y encajado por las dos, Manzanares se dejó querer, toreó en tandas cortas sin pegar un solo tirón, sin terminar de romperse del todo ni amago de hacerlo, y tumbó sin puntilla al toro de una entera al encuentro muy de su firma. Ni una palma para el toro en el arrastre.

El pulso entre protestantes y presidencia se reprodujo en el toro siguiente, muy bien hecho, de los dos titulares del Puerto. Lidiado con descuido, nervioso y destemplado Emilio de Justo al pararlo, suelto, tomó corrido la primera vara viniendo desde tablas sin nadie que lo cortara, se empleó en el caballo, se fue a tablas después de duro puyazo, flojeó ligeramente y ahora perdió el pulso el palco. Toro al corral. El recambio se demoró un buen rato. El sobrero de El Vellosino, castaño lombardo escapulado, armado, abanto y huido, corretón, metió la cara cuando tomó engaño. No le encontró Emilio de Justo el punto, y el toro, dócil, lo tenía bueno, ni tampoco la razón. Muchas voces, prudencia.

Roca Rey, lucido en un ajustado quite por chicuelinas al sobrero, era el hombre clave de la corrida, o de la gresca. Lo estaban esperando. El peaje habitual de una figura del toreo en el Madrid receloso y desconfiado. De menos trapío que los dos jugados por delante, abierto de palas, el tercero, de La Ventana, se encontró con un coro de miaus de castigo. Miaus combinados con oles para un airoso recibo de Roca a la verónica. Plaza dividida ya entonces. No dejó de estarlo durante una faena de asiento, apenas enturbiada por los primeros golpes de viento que descubrieron al torero limeño cuando, abierto en el tercio, quiso gobernar al toro con la izquierda tanto como lo había hecho antes con la derecha y luego de una bonita apertura de banderas, molinete, el de pecho y el desdén. La artillería de palmas de tango no pareció hacer mella en Roca, enfrentado a un toro a punto de rajarse, a las hostilidades sectarias y al viento. Una improcedente tanda de sedicentes bernadinas antes de un pinchazo y una estocada caída con vómito.

Luego, se serenaron los ánimos. Molido a capotazos y muletazos de prueba de Manzanares, el cuarto, de La Ventana, la cara alta, medias arrancadas, fue el peor de la corrida. El quinto, en cambio, el mejor del sorteo, sin contar el de Valdefresno. Mucho apretó de salida y a Emilio de Justo, empeñado genuflexo y aparatoso en el recibo en desiguales lances genuflexos, le costó sentirse seguro. Casi los mismos que estuvieron agriando a Roca Rey su primera salida celebraron como un acontecimiento todo lo que sucedió después, sacaron a saludar a Morenito de Arles por dos sencillos pares de banderillas y festejaron la faena de muleta, no sin alguna disidencia, como un logro excepcional, que no lo fue. Agachado, forzada la figura, Emilio se dobló con el toro para confiarse. Noble y pronto, se abría el toro y repetía. Despegaditas dos tandas en redondo de muleta rastrera y templada. Movido el intento frustrado de torear al natural sin asiento. Muchos paseos y, al cabo, una tanda de toreo a cámara lenta por la mano derecha, no se sabe si la buena o la mejor. Clima a ratos de apoteosis. Distorsión, por tanto. Un pinchazo y una estocada desprendida.

Arreció el viento al saltar el sexto, que fue el más armado de todos y, además, el menos formal, incluso incierto, que se acostó por la mano derecha, no terminó de pasar del todo ni una sola vez y se fue quedando cada vez más corto. Afearon a Roca su intento de buscar en el circular cambiado una solución. Un desaire. Una buena estocada.

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Cuaderno de Bitácora.-

Paisajes contemplados desde la galería de grada de las Ventas. A partir de la entrada a Presidencia y vuelta en sentido mexicano, recorriendo los tendidos al revés, del 10 al 9, y al 8, y así sucesivamente hasta cerrar el círculo. Con los ojos abiertos y asomados.

El friso del encierro de Luis Sanguino colgado de un muro que parece de mármol pero no, el anuncio inmobiliario de NOZAR, la fachada de ladrillo rojo del Ibis, lo que fue el Torres y ya no, los cipreses que custodian la estatua del Doctor Fleming, que en paz descanse, la soledad desafiante  de Luis Miguel Dominguín fundido en bronce, los dos sanguinos tan desafortunados que en la dura explanada de cemento frente a la puerta grande rinden homenaje a Antonio Bienvenida y El Yiyo, el grupo de viviendas Le Corbusier 1 de Alcalá confluencia Almería, las cocheras del Metro como un gran invernadero, las torres de Moratalaz allá a su fondo, las frondas últimas de la Fuente del Berro, una alameda, las paradas del 53, el 21, el 38, el 48 , el 106 y el 110, las taquillas del 20 por ciento, la isleta de los olivos que separa dos vías, las rampas del Abroñigal, el puente a escala del arco de San Luis, Missouri, Le Corbusier 2-La Concepción, inmensa mole o jaula aventanada, la mezquita M30, y en la Avenida Donostiarra, escondida, La Giralda, chacinas y pescado frito, las casas de Suárez por el flanco norte, la embocadura de Colomer y Altamira, los corrales, la tapia blanca del embarcadero, la cubierta de azulejo cóncava del corralito de reconocimientos y sorteos, los tocones de tilos y abetos que dejó a su paso la devastadora Filomena, la Avenida de los Toreros que nunca pasan por ella y de nuevo el friso de Sanguino sin su cuerno de oro ayer robado.

En medio de un desierto azotado por los vientos levantaron un templo con pináculos de porcelana.

Última actualización en Viernes, 26 de Mayo de 2023 05:54