TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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Sevilla. Crónica de Barquerito: "Un miura sobresaliente, un templado Escribano"

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Miurada desigual, bien rematada y astifina, de más a menos, realzada por un cuarto toro de nota

Escribano se acopla en una faena distinguida, segura y muy celebrada


Lunes, 1 de mayode 2023. (COLPISA, Barquerito)

Sevilla. 15ª de abono. Veraniego. 8.000 almas. Dos horas y veinte minutos de función. El Fandi, anunciado, presentó parte facultativo y causó baja minutos antes del sorteo.Seis toros de Miura.

Corrida de dos espadas. Antonio Ferrera, silencio en los tres. Manuel Escribano, silencio, una oreja y ovación.

Juan Francisco Peña pico muy bien al cuarto. Pares notables de Ángel Otero, Joao Ferreira y Alberto Carrero.

LA CORRIDA de Miura, muy astifina, fue de dispares trazas. El quinto, 625 kilos en báscula, espléndida lámina, pesó más que ningún otro de los setenta y tantos en puntas jugados por delante en la feria. Ha caído en desuso la costumbre de aplaudir en Sevilla de salida los toros de Miura, pero este quinto, con su tremendo cuajo y su espectacular pinta cárdena, capirote oscuro y lomo salpicado, arrancó algunas palmas. No tantas como el tercero, que, en peso, le anduvo cerca. Solo nueve kilos de menos. El uno apareció en son bondadoso y no belicoso. El otro, como los miuras de siempre, hizo amago de volverse, y fue ese gesto fiero más que el volumen o la seriedad lo que provocó una ovación en el recibimiento.

La corrida había sido fiscalizada en el último reconocimiento, hubo movimiento de camiones y se supone que un baile de corrales y con eso se pudo entender el desnivel. Tres toros cinqueños: el segundo y los dos últimos. Cuatreños, los tres restantes. Antonio Miura había comentado en una entrevista que venía cinqueña. Se quedó a medias.

El toro que rompió plaza fue el que más impuso de salida. Lo hizo enterándose, a punto de volverse y descarándose. Y, luego, bramó desoladoramente. Se encontraría a la gente fría. Treinta y grados al sol, pero estaba todavía encogido el ambiente. El segundo toro apenas pasó de los 500 kilos y fue el más liviano de toda la feria. Ligero, pero con el aire de congénita violencia de la ganadería. El promedio fue de 573. El mayor de la feria. Medalla de oro un año más.

Se movieron de salida con prontitud todos salvo el tremendo quinto, que empezó a desinflarse y trastabillarse antes de lo normal. Todos fueron, además, prontos al caballo, y de largo acudieron en la segunda vara dos de ellos. El saldo de las peleas fue dispar. El cuarto se empleó con excelente estilo. Iba a ser el toro de la corrida con diferencia. Y no sólo. Unos de los mejores toros de la feria. Completo en los tres tercios.

El sexto se enceló de tal modo con el caballo de pica que hasta intentaron colearlo para quitarlo. Antonio Ferrera se distinguió con un quite galleando de irregular factura, pero de mérito: sacó al toro, y de eso se trataba. En banderillas, ninguno con la bravura del gran cuarto, pero, raro en Miura, galoparon los seis sin excepción. Manuel Escribano, que banderilleó a solas los tres de su lote, se lució sin agobios en cuatro o cinco reuniones de poder a poder, y dos al cambio en tablas. Uno de los gestos distintivos de la conducta del miura antiguo lo protagonizó el sexto: traído al burladero del 6 donde en Sevilla se sujetan los toros de salida, buscó por las troneras como si defendiera su terreno o le fuera en ello la vida, y no consintió ni juegos de manos ni puntas de capote. Si alguien asomaba, tendría que arrepentirse.

Toro con personalidad, pero cuando ya pesaba no poco el espectáculo. Lo había aliviado con el cuarto toro una faena de Manuel Escribano atrevida, templada y segura, planteada y resuelta en los medios, previsible dada la claridad del toro, y su codicia y su manera de tomar vuelos por abajo, pero también demasiado retórica, cargada de tiempos muertos entre paseos y teatralidad. Escribano se había hecho querer en el recibo de rodillas a porta gayola y en los lances volados de saludo dando aire libre al temperamento del toro. La estocada, caída, no estuvo acorde con el resto de las cosas.

Los tres toros de Ferrera dieron en la muleta poco de sí. El primero, brindado desde la boca de riego a la memoria de Manolo Montoliú, porque no tragó con un trasteo convencional; el tercero, por claudicar y no pasar; el quinto, por aplomarse. Escribano pecó de premioso y reiterativo con el segundo, al que solo pasó por alto, y, de nuevo a portagayola con el sexto, quiso en serio, pero sin éxito. Una apertura de faena notable -de largo y en los medios, tres en la suerte natural y no cambiada- y un desarrollo a menos. Les costó a los dos: al toro y al torero.

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Cuaderno de Bitácora.- A las doce del mediodía estaba muy concurrido el puente de Triana. De ida y de vuelta. Gente nueva en Sevilla. Lo retrataban los comentarios en alta voz. El río cortado, tan plácido como suele, la anchura precisa de un gran río de ciudad. De ciudad grande. También los paseos, desde el Barranco a la Torre del Oro estaban bien llenos de ciclistas y paseantes, de forasteros. El Muelle de la Sal, con Triana, la torre de Santa Ana y la calle Betis justo enfrente, ni lejanos ni a la mano, es una de las mejores soluciones urbanas de la ciudad reinventada cuando la Exposición Universal de 1992, que tiró los muros de la calle Torneo para abrir la ciudad a su hermosa isla de la Cartuja y le dio la puntilla al ferrocarril que tenía por término la Estación de Córdoba. La escultura de Chillida en el eje mismo del Muelle es una de las obras maestras de su autor. No tiene la potencia del Peine del Viento de San Sebastián, porque eso es imposible, pero transmite a cambio una sensación de terrenal sosiego. Igual que los piragüistas que a todas horas surcan las aguas del río, arriba y abajo. El remo es un ejercicio musical. La palada que rompe el agua sin ruido.

Fin de feria por segundo día consecutivo. La calle Adriano estaba desierta a la hora de comer. En cambio, en el Mercado de Triana, después de cruzar yo por primera vez el puente en estas jornadas de tanto calor, eran muchos los turistas porque estaban abiertos unos cuantos chiringuitos y también las tiendas de chacina del país. La remodelación del mercado, si se piensa en lo que antes fue, está muy lograda. Los paneles de azulejos tienen humor trianero, guasa fina. La rotulación uniforme de todas las paradas del mercado es parte importante del logro. El lugar es ordenado y limpio, se puede pasear por él, por el propio mercado, que es un libro de historia. No solo por estar anejo al Castillo ni por haber sido sede implacable de la Inquisición, sino por ser todavía mercado de barrio. Lo que aquí preocupa es la masificaciòn del turismo., que ya es, me temo, irreversible. Pero "es la economía, imbéciles", como dijo un profeta hace veinte años.

Y ahora cierro maletas. Tampoco quise aburrir a nadie.
Última actualización en Martes, 02 de Mayo de 2023 06:32