Premio para una faena delicada y de rico final
Corrida de grandes comienzos, pero frustrantes finales de los Matill
Un sexto de extraordinario son, sobresaliente
Castellón, 18 mar. (COLPISA, Barquerito)
Sábado, 18 de marzo de 2023. Castellón. 5ª de Magdalena. Nubes y claros, primaveral. 10.000 almas. Dos horas y tres cuartos de función. Un minuto de silencio en memoria de Daniel Ruiz.
Seis toros de la familia Matilla. Tres -1º, 2º y 4ª-, con el hierro de Olga Jiménez, y los restantes, con el de García Jiménez.
Sebastián Castella, una oreja tras un aviso y ovación. Roca Rey, silencio y dos orejas. Francisco de Manuel, una oreja y una oreja tras un aviso
TODOS LOS TOROS de los Matilla galoparon de salida, salvo el primero, que, deslumbrado al asomar, tardó en hacerlo, pero también lo hizo. El sexto fue una máquina de correr sin desmayo, a galope tendido, como un pura sangre. Estaba por verse si en oleadas o a escape, hasta que en banderillas, sin perder compás, vino fijo a reclamo -dos notables pares de Juan Carlos Rey- y al fin rompió a embestir en la muleta desde el primer viaje con soberbio son. Por las dos manos. No dejó de hacerlo. A todo quiso, en cualquier distancia, en cualquier terreno. A ninguno de los seis toros le pegaron en el caballo. Solo el cuarto protestó, se sacudió la puya y tomó un segundo puyazo apenas señalado. Los demás cobraron lo mínimo. El quinto derribó, pero sin empujar ni pretenderlo.
La mejor entrada de la feria, pero la gente no había venido a ver los toros en el caballo de pica, sino justo después. Roca Rey, en el cartel, y con Roca su gancho. Parecía garantizada la fiesta, pero hubo que esperar al quinto toro. Dos horas, porque hasta las siete en punto de la tarde no se soltó el quinto toro. Apagado, menguadas fuerzas, el segundo de corrida fue toro parado y tardo. Por flojo llegó a adelantar por las dos manos, no por listeza revoltosa sino por tenerse en pie. Algo agónicas las embestidas. Roca no forzó la máquina. Lo hizo después.
Dejó correr de salida al quinto, que, ligeramente acalambrado, tardó en fijarse. Esa tardanza provocó impaciencia, algún silbido. Roca lo dejó intencionadamente sin picar -el derribo fue una anécdota- y, a pesar de eso, a toro casi crudo, abrió faena por alto. Cuando el toro amagó con irse, le bajó la mano, lo sujetó en los medios y lo tuvo enseguida gobernado. El toro embestía abriéndose un poco y eso prestó un aire solemne a dos tandas primeras en redondo. En el remate de la segunda, con un circular cambiado a media altura, el toro estuvo a punto de sentarse. Roca hizo una pausa, se cambió de mano y muy despacio cobró una notable serie con la izquierda. Ya estaba encandilada la gente -distinguida la presencia misma del torero, vertical, sereno, bien vestido-, cuando Roca sorprendió con una arrucina a cámara lenta ligada con un circular. Un cohete. A tablas se acabaron yendo todos los toros de la corrida salvo el sexto, y no fue excepción ese quinto, despedido en la huida con un molinete de rodillas. La carne de la faena vino a ser su meritorio final. La manera en que Roca acertó a contrariar su querencia y a pegarle una tanda obligada y muy reunida, bien tirada, y abrochada con uno de pecho a pies juntos mirando al tendido. Una soberbia estocada.
Al olvido casi de golpe los cuatro primeros toros. De una dulzura sorprendente el primero, que se llamaba Caramelo, y con el que Castella toreó despegadito y en línea, hasta que el toro le levantó los pies y le hizo caer de bruces al suelo. Entonces sacó la raza del torero castigado y pisó firme en una tanda de sedicentes manoletinas. Gesto reconocido. Francisco de Manuel apostó por el toreo de rodillas, de capa y muleta, y terco, algo bruscos los toques, se peleó con un tercero rajado en largo trasteo premiado tras estocada soltando el engaño. Castella anduvo mucho más entonado en su segunda baza, solo que el toro volvió grupas con una pirueta caprina de repente y no hubo ya manera.
Después del triunfo de Roca Rey, llegó la hora del toro que tanto galopó y quiso. Aunque intermitente, de logros irregulares, la faena de De Manuel fue ambiciosa: cites en la distancia, brillantes remates de tandas abundantes, lucir el toro sin esconderlo ni engañarlo, ponerse donde era obligado hacerlo y resolver sin miedo. Torero muy resuelto, pero en agraz.
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Cuaderno de bitácora.- En el horno de la Ronda de Mijares esquina al carrer Sant Blai -la calle de San Blas- venden a granel nueces de Culla. Culla es uno de los pueblos del Maestrazgo castigados por la despoblación progresiva. Culla es un enclave precioso: arquitectura señorial, traza urbana de sello árabe. Hace algunos años, en los días libres de la feria de Castellón, me llevó a conocer Culla mi amigo Julio Franch, criador de aves canoras. Campo rico. Entonces no reparé en los nogales, sino en los almendros, que estaban en flor. Era a principios de marzo y hacía mucho frío. Conté el pasado domingo que había dejado de bajar a la feria Blasco, el turronero de Catí. Catí es tan serrano como Culla, pero de sierras distintas. Lo que ha pasado es que la furgoneta-caravana ya no se instala en la plaza de Santa Clara sino en la boca del Mercado Central, en la plaza de la Pescadería. Por ahí no suelo pasar cuando me acerco al mercado a ver qué tienen. No han abierto los pescaderos en toda la semana -solo un par de puestos, y sin mucho que mirar- pero esta mañana, sí: doradas, lubinas, rodaballos, merluzas, un bogavante espléndido, la cigala grande de Vinaroz. Caro. Todas las piezas, lustrosas y bien nombradas. Las galeras, a cuatro euros el kilo, lo más barato después de la morralla, que estaba agotada. Para hacer arroz bueno, galeras, sostenía el inolvidable Pepe Sospedra, arrocero magistral. Tal vez no resistiera la tentación de los jeques que estaban empeñados en llevárselo a los Emiratos Unidos. No sé. Lo he buscado, he preguntado por él. Y nada.
Además de nueces de Culla, venden en el horno de la ronda pan de Albentosa, provincia de Teruel, que tiene fama y clientes fijos.En el mercado hay también buena oferta de panes, y la panadería que más trabaja ofrece en vitrina impecable dulces de Culla y empanadas de boniato, que son golosina buena. Las he probado.
El carrer Sant Blai es muy estrecho pero bastante largo. Sube desde el bulevar -la avenida del Rey Don Jaime- hasta República Argentina, adonde vierten los corrales de la plaza de toros. Es una calle muy interesante. Sobre todo el primer tramo. Se conservan intactas viviendas de primeros del siglo pasado. Fachadas estrechas, dos alturas, una graciosa combinación de construcción rural y urbana. Castellón es una ciudad extraordinariamente asimétrica, O sea, que es fácil encontrarse un rascacielos de catorce pisos pegado a una de esas casas como las del tramo primero de Sant Blai. Es inminente la revisión técnica -ITV- de muchos edificios de Castellón y me temo lo peor. Ya veo la piqueta como la espada de Damocles. Y un nombre: Derribur. Un nombre que es una amenaza. Derribos Burriana. Especialistas. ¡Ay!