TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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Pamplona. Crónica de Barquerito: "Arrollador Isaac Fonseca

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Valeroso y templado, gancho casi eléctrico con la gente, sereno y sentimental, el novillero mexicano se convierte en el primer gran protagonista de la Feria del Toro

Martes, 5 de julio de 2022. Pamplona. 1ª de San Fermín. Festejo nocturno. Novillada con picadores. Fresco. 9.000 almas. Dos horas y veinte minutos de función. Seis novillos de Ganadería de Pintxa (José Antonio Baigorri). El segundo, “Soñador”, premiado con la vuelta al ruedo. Jorge Martínez, silencio en los dos. Isaac Fonseca, dos orejas tras un aviso y dos orejas. Lo sacaron a hombros. Álvaro Alarcón, silencio y una oreja.

Pamplona, 5 jul. (COLPISA, Barquerito)

Lo más difícil corrió a cargo del murciano Jorge Martínez con un cuarto novillo incierto y gazapón que se revolvió y, al hacerlo, apoyado en las manos, punteaba. Encajarse y meter los riñones, tragar paquete, pisar terreno del toro sin pestañear, engancharlo en la muleta y llevarlo toreado, y trazar y ligar con la mano izquierda una tanda extraordinaria que abrochó con un farol y el de pecho: en eso estribaron las dificultades, que fueron muchas. A los problemas del toro se unió otro capital: novillo descarado y cornipaso. Encornadura playera. Sortearla fue cuestión de geometría, valor y buena inteligencia.

La gente tardó en entrar en materia. Pasa por sistema en los cuartos toros de corrida sanferminera porque la hora de la merienda, tan puntual, no perdona. Las nueve y pico de la noche -todavía luz natural de estío-, pero se habían venido muchos clientes con los golosos bocadillos de rigor. Un público muy distinto al de las tardes de toros: sin peñas en tendidos, gradas y andanadas de sol, con una banda de música no tan afinada como la centenaria y legendaria Pamplonesa y todo el mundo predispuesto a favor de toreros -terna puntera- y de toros: del hierro de Pincha, una ganadería del país, de Lodosa, mestizo encaste Domecq y no casta navarra.

La corrida se siguió con especial atención y llamativos silencios, especialmente a la hora de atacar los novilleros con la espada. En su turno mejor Jorge Martínez lo hizo en la suerte contraria, dando salida al toro hacia toriles, jugaría mal la mano izquierda y se le fue la espada a los bajos en un horrendo metisaca que probablemente atravesó el pulmón. Todavía cobró un pinchazo, pero ya agonizaba el toro, que tomó el camino de las tablas para en ellas echarse.

Para entonces la fiesta estaba marcada por una faenas incandescente del mexicano Isaac Fonseca con el único novillo de Pincha que, pronto y descolgado, rompió a embestir con son del bueno. La presencia fiera y candorosa de Isaac emana una especie de electricidad que llega a la gente como un calambre. Y eso pasó desde que, hincado de rodillas y de largo, abrió faena de rodillas, ligó tres templados redondos, y con ellos, dos en la vertical y el de pecho. Y en seguida, una tanda con la zurda de ritmo y ajuste sobresalientes. Y luego otra en redondo, de cuatro y el de pecho. Rigor técnico de novillero cuajado, una manera de estar conmovedora. Con docena y media de muletazos estaba resuelta la faena. Se prodigó Isaac en dos tandas más del repertorio popular: circulares invertidos, los cambiados por alto mirando al tendido, los gestos cómplices. Y una estocada desprendida y ladeada de muerte lentísima. Se echó el toro, lo levantó el puntillero, volvió a echarse, sonó un aviso y dobló. Ardió Troya como en las tardes de peñas rugientes de sol. Dos orejas, vuelta al toro.

El resto de la fiesta fue de bastante menos interés. Demasiado castigado en varas y por una voltereta, el novillo que abrió el desfile se puso tardo en la muleta, Jorge Martínez toreó despacio, pero se pasó de faena y tras pinchazo y media se eternizó con el descabello. El tercero, descompuesto y topón, hizo hilo, cabeceó y manseó. Habilidoso y movido, ileso tras una cogida aparatosa, desarmado dos veces, el toledano Álvaro Alarcón salió sin más del paso. La estocada de la tarde la cobró Isaac Fonseca con un quinto parado y a la defensiva. Por el hoyo de las agujas. Rodó el toro sin puntilla. Se desataron las pasones, de la gente y del palco: dos orejas, que premiaron, además de la estocada, el empeño y la firmeza. Bravo en el caballo, pero receloso en la muleta -tan descolgado que con el hocico lamía la arena-, el sexto no fue de sencillo manejo en la corta distancia, que fue la elegida por Alarcón para un largo trasteo deshilvanado y plano, y resuelto con letal estocada.