TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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Madrid. Crónica de Barquerito: "Un toro sobresaliente de Pedraza de Yeltes"

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Y otro más de bravo temperamento dentro de una corrida voluminosa y apagada


Javier Cortés logra los mejores momentos


Colombo divide opiniones


López Chaves cumple


Madrid, Miércoles. 18 de mayo de 2022. (COLPISAS, Barquerito). Las Ventas. 11ª de feria. Primaveral. 12.008 almas. Dos horas y cuarto de función.Seis toros de Pedraza de Yeltes (Luis y José Ignacio Uranga). López Chaves, palmas y silencio. Javier Cortés, que sustituyó a Diego Carretero, ovación tras un aviso y silencio. Jesús Enrique Colombo, de Venezuela, silencio tras un aviso en los dos.

 

SE ESPERABA UNA corrida voluminosa y ofensiva de Pedraza de Yeltes. Volumen: 575 kilos de promedio. Sin contar la de Montalvo que abrió abono el 8 de mayo, bastante más peso que cualquiera de las otras seis jugadas desde entonces. A cambio, menos motor. Fue, por lo demás, la de menos edad. Están siendo mayoría llamativa los cinqueños, y eso se daba por descontado, pero en esta baza solo hubo uno, que fue, por cierto, el más liviano del envío. El tercero, que no se pareció en nada a los demás. Por temperamental.

El toro de la corrida, segundo de sorteo, fue un Brigadier de alzada y porte formidables, casi el campeón de la báscula: 590 kilos. Pudo con ellos más que bien. Por abierto de cara, más armado que cualquiera de los otros. Se arrancó de largo con estilo para la segunda vara -había apretado en la primera- y peleó de bravo. Lo picó muy bien Marcial Rodríguez y le hizo en los medios un quite muy torero Jesús Enrique Colombo: dos chicuelinas y un capotazo largo de remate por delante.

No se hizo esperar. Dócil en un lindo comienzo de faena, de cata por las dos manos, en el aire del toreo andado de Curro Vázquez, que hizo escuela. Fijo y encampanado antes de ser reclamado de largo en los medios por Javier Cortés, el toro vino pronto y descolgó ya en el primer viaje. Y repitió. Una tanda en redondo de cuatro y el de pecho. Y casi seguida otra de otros cuatro ligados con el natural y, cosido con él, el de pecho. Parecía cosa sencilla y cumplida, pero al ponerse por la izquierda sufrió Cortés un desarme.

Terco, insistió por esa mano y sacó adelante una tanda bien lograda. Para entonces se había enfriado el ambiente, copado de repente por quienes tomaron partido por el toro. Cuando volvió a la diestra, Cortés de encontró de perfil a la gente. Prolongó la faena. Antes de cuadrar firmó bonitos muletazos frontales. Una estocada tendida, dos descabellos. Levantó el toro el puntillero. Un aviso. Ovación para el toro en el arrastre. No tan calurosa para Javier Cortés, que en su estreno en la feria, el 10 de mayo, se había llevado del sorteo el mejor toro de la corrida de El Pilar. Una curiosa coincidencia: El Pilar es la ganadería matriz de Pedraza. Muy notables esos dos toros. Pero diferentes.

El único cinqueño, castaño lombardo, fue el único que escarbó en señal de su agresividad latente. Aunque aplomado después de varas, arreó en banderillas y lo hizo de bravo. Expuso y arriesgó Colombo en tres pares de reunión apurada. El segundo, cite en los medios, tuvo acento temerario y solución desairada: lo persiguió el toro. Se dividieron las opiniones entonces -en Madrid se castiga por sistema a los matadores banderilleros- y todavía más después cuando Colombo volvió a exponer en los medios, y a hilvanar hasta cinco de tanda, en tres tandas, pero a traerse el toro por fuera no sin compás. Volvió a sentirse a los partidarios del toro más que a la mayoría neutral. De más a menos, el toro empezó a distraerse de mitad de faena en adelante. Faena larga, resuelta con una última temeridad: bernadinas ceñidas y aparatosas en la que se mascó la cogida. Una estocada de excelente ejecución, pero ligeramente desprendida. También ese toro se llevó en el arrastre una larga ovación.

Ninguno de los cuatro toros restantes corrió la misma suerte. Un inmenso sexto que tomó capa de salida con codicia y elasticidad sorprendentes, romaneó en el primer puyazo y hasta galopó en banderillas -notable un tercer par de Colombo de poder a poder-, se vino abajo en la muleta y, si no a la defensiva, remoloneó pegajoso. Con la espada dentro, arreó a Colombo cuando pretendió sacarla a pulso y le pegó la voltereta de la tarde.

Noblito pero sin fuerzas, la cara entre las manos al cabo de tres tandas, el primero de corrida solo dejó ver a López Chaves torear despacio y suave, pero pegando muchas voces. Hasta que se rindió el toro. El cuarto, inmensa culata, fue y vino con particular desgana, sin resistencia ni entrega. Se acabó revolviendo. Chaves lo despacho sin sufrir. Al primero le había pegado unos preciosos muletazos de los que solo se pegan en los tentaderos. Con este otro fue misión imposible. Javier Cortés -la firma de una singular larga afarolada en pies antes de llevar el toro al caballo- se encontró con un quinto que cortó en banderillas y fue al cabo una paradoja de toro: celoso pero distraído, bajito de casta, entre distraído y celoso. Muy parado. Seis toros y seis estocadas al primer intento. Esta de Cortés fue de particular mérito.

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Cuaderno de Bítacora. 18 de mayo 22. Madrid La tarde de menos público, Hubo sustitución y hubo devolución de entradas, No éramos ni los diez mil del Anábasis. En otra época del bachillerato de letras se aprendía a traducir a Jenofonte. Ya no.

Solo diez mil y, sin embargo, el zumbido de la gente que se pasa la corrida hablando porque no ha ido a los toros a verlos llega a ser el sonido dominante de una nube de langostas. Es una de las señas no tan nuevas de las Ventas. Me traería de Sevilla a Madrid unas cuantas cosas. Primero, la cuadra de caballos de pica de Enrique Peña con sus impecables petos y su lustrosa guarnición, y el sonido de sus pezuñas en el patio de las cuadras y cuadrillas. Luego, al arenero que va barriendo a cola del toro en cada arrastre con esa destreza graciosa que los sevillanos llaman arte. ¡Qué arte!. Y me traería la banda de música del maestro Tejera con todo su repertorio para que la gente dejara de hablar tanto, para callarse un momento y ponerse a pensar. Y, luego, me traería el silencio de la Maestranza. Los más críticos sostienen que ya no es lo que era. Y tal vez. Lo dudo. Cuesta imaginarse cómo sería el de antes. Y, además, me traería salir de la plaza y encontrarme de frente el río, su corta apacible, y allá al fondo, la calle Betis con sus casitas pintadas. Y la torre de Santa Ana.

 

Última actualización en Jueves, 19 de Mayo de 2022 13:27