Corrida cornalona de El Torero
Un quinto notable, devuelto por tullido tras romperse contra el peto de picar
Entereza serena de Daniel Luque con un toro muy violento.
Madrid, Jueves, 12 de mayo de 2022. (COLPISA, Barquerito). Las Ventas. 5ª de la Feria de San Isidro. Primaveral. 16.291 almas. Dos horas de función. Cinco toros de “Toros de El Torero” (Lola Domecq) y un sobrero -5º bis- de Montealto (Agustín Montes). Antonio Ferrera, silencio en los dos. Daniel Luque, silencio en los dos. Gonzalo Caballero, silencio en los dos. Buena brega de Raúl Ruiz con el sexto. Pares brillantes del propio Raúl Ruiz, José Chacón, Fernando Sánchez y Abraham Neiro. Todos ellos saludaron.
LOS SEIS TOROS del sorteo eran cinqueños. Primero y sexto desigualaron un escaparate de por sí dispar. El primero, negro berrendo aparejado -pinta rarísima en las ramas Domecq-, por ser el más cargado de carnes, ancha culata, y amplia cuna también. El sexto, de astas grises, por su mayor alzada. El quinto, con las hechuras propias de la ganadería de Salvador Domecq, la de El Torero, galopó de salida con caro estilo y tomó con son el capote de recibo. Seguras verónicas de apenas vuelo y al desmayo de Daniel Luque, siete ligadas y la media. La primera celebración mayor de toda la corrida. Casi la única. Sin contar con que a Gonzalo Caballero, que volvía a la plaza donde en octubre de 2019 sufrió una muy grave cornada, lo sacaron a saludar después del paseíllo.
Al rematar en tablas, sacó el toro astillas de un burladero. Después de una primera vara de desgaste -apretando los riñones, recargando cuando parecía que estaba por soltarse, encelado ciegamente- perdió las manos. Acusó el castigo y el gasto. Arrastraba cuartos traseros. El palco hizo por sostenerlo. Y Daniel, más que el palco. Una segunda vara que no fue ni un arañazo y lances de sostén. No sirvió de nada. No se tenía en pie el toro. Pañuelo verde.
Tres veces tuvieron que salir bueyes para intentar envolverlo. Sin éxito. Emplazado, pendiente de todo menos de los bueyes, se resistió el toro, que en el umbral mismo de toriles quiso volverse a la arena. Florito lo metió de vuelta con un doble de pecho cobrado con la chaquetilla desde el callejón.
Toda la corrida fue muy astifina. Desde la cepa al pitón. Garfios severos. Muy descarado, ligeramente cornipaso el segundo, cornalones tercero y cuarto. Una mitad de corrida disparatada. Se habían jugado en las vísperas, martes y miércoles, dos corridas preciosas de El Pilar y La Quinta, y el contraste se hizo más que evidente. Esta de Lola Domecq, tan pasada de edad, fue de artillería. Y dio además muy pobre juego. Segundo y cuarto fueron infames. El uno, violento y geniudo, no hizo más que pegar derrotes y cabezazos; el otro, sin fuerza, claudicante, punteó, se revolvió antes de frenarse y pararse. Fueron los dos garbanzos negros de una corrida de pobre nota. Daniel Luque le tragó al agresivo segundo todo lo tragable sin volver la cara. Sin írsele un pie, descarándose incluso con él, en exhibición de sangre fría. Ferrera cortó por lo sano con el cuarto.
El quinto aparte, dos toros tuvieron trato. Un tercero codicioso que buscó soltarse a tablas, pero fue al menos pronto, no receloso y tomó engaño; y un sexto abierto de cuerna, protestón en el caballo, alegre en banderillas y noble en la muleta. A este sexto le cortó los viajes Gonzalo Caballero, tan bravo, firme y valeroso como siempre, pero rígido de brazos, sin soltarse, y muy inseguro con la mano izquierda Al tercero, que se pasó muy cerca, no acertó a sujetarlo a pesar de haber parecido entenderlo en una garbosa apertura de faena. Ferrera porfió sereno con el berrendo, que tomó el camino de las tablas sin ganas de pelea después de haberse sentado derrengado. La pelea en el caballo, donde romaneó, lo dejó casi vacío.
El sobrero de Montealto, cebón, acochinado, atacado de kilos y muy badanudo, pegó dos arreones al caballo, cortó en banderillas, escarbó y manseó sin el menor aliento. Daniel Luque intentó en vano convencerlo. Toro ingrato. Con este no cupo ni siquiera ponerse en serio.