TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

  • Incrementar tamaño de la fuente
  • Tamaño de la fuente predeterminado
  • Decrementar tamaño de la fuente

ARLES, FRANCIA. Crónica de Barquerito: "Un gran toro de Palha"

Correo Imprimir PDF

Y otros dos más destacados que justifican la nota torista de la feria

Favorecido por el mejor lote de la corrida, Pepe Moral cobra un botín de tres orejas bien ganadas y celebradas

Arles, 9 sep. (COLPISA, Barquerito)

Domingo,8 de septiembre de 2019. Arles. 2ª de la Feria del Arroz. Estival, templado. 6.000 almas. Dos horas y cuarenta minutos de función. Jesús Talaván de la cuadrilla de López Chaves, herido en banderillas por el cuarto. Pendiente el pronóstico. Seis toros de Palha (Joao Folque de Mendoça). El sexto, Formoso, número 352, premiado con la vuelta al ruedo. López Chaves, vuelta y saludos tras un aviso. Octavio Chacón, división y silencio. Pepe Moral, una oreja y dos orejas. Buen trabajo de José Chacón, Juan José Trujillo, Miguel Ángel Sánchez y Domingo Siro.

LA CORRIDA DE Palha recibió en varas tratamiento parecido al que en Arles se daba a las corridas concurso. Los viajes del toro, a contraquerencia. No se graduaron, sin embargo, las distancias crecientes de los puyazos. Se marcó un óvalo truncado como territorio del toro. En la cáscara truncada y sobrante, el caballo de pica. En la goyesca del sábado volvió a trabajar la cuadra de Alain Bonijol al cabo de una larguísima cuarentena causada por una epidemia. La corrida de Palha puso a prueba a los seis caballos de turno. Los seis hicieron casi en secreto un trabajo excelente.

Los seis palhas acudieron pronto y de largo al caballo. Salvo primero y cuarto, todos tomaron tres puyazos. El quinto cobró lo indecible entre marradas y rectificaciones. El sexto peleó mejor que cualquier otro. El cuarto, castigadísimo en el primer puyazo, se enceló con el peto. El tercero galopó. Aunque cumplieron sin blandearse, los dos primeros no fueron de nota. Ni en varas ni después: el uno, por receloso, reservón y duro de manos, y por puntear protestando; el otro, por encogido y por cabecear. Ninguno de los dos regaló una sola embestida. López Chaves tragó  y expuso tranquilo a pesar de sentir encima el aliento fiero del toro, su agrio estilo; Octavio Chacón resolvió con habilidad en tandas breves y cautelares.

Luego, saltó el primero de los dos y casi tres toros de fortuna que traía una astifina corrida, de seria presencia sin exageraciones: un tercero codicioso ya de salida, de emplearse y repetir y sin la inquietante correa de los dos primeros. Descolgado, tuvo mejor son por la mano izquierda. Pepe Moral abundó por la otra. Soltura, decisión, un punto de velocidad, ganas de estar, gobierno de la escena. Un pinchazo hondo y una estocada que hizo rodar al toro. De pronto pareció otra la corrida. Más despejadito el paisaje. Los dos últimos palhas iban a dar realce a la corrida.

El jugado de cuarto fue un amargo paréntesis. Chaves lo lidió con fino y seguro criterio. El toro sangró hasta la pezuña en un interminable primer puyazo. Ni coleado por el propio Chaves se despegaba del peto. La punta de capote de José Chacón acabó resolviendo el apuro. Tras la segunda vara, manaba un caño de sangre. Parecía toro a punto de afligirse por eso. En el tercer par de banderillas prendió feamente por el muslo a Jesús Talaván y lo hirió. Se paró después de topetazos varios. Frenado, la mirada desparramada, tardo y mirón, puso a prueba las tragaderas de Chaves, que no pasó con la espada. La faena fue de tensión pero segura y firme.

Lo mejor llegó después: los galopes del quinto al caballo aunque escarbara, y su pelea sin reservas contra el peto y un piquero muy desacertado. El tercio fue una sangría y el toro, que descolgó con calidad, lo acabó acusando y buscó las tablas. Empeñoso Octavio Chacón, que debutaba en Arles pero no en la comarca. En las duras pruebas de primavera en San Martín de Crau encontró hace dos años la manera de asomar la cresta.

La guinda de la corrida y de la Feria del Arroz fue el sexto de la tarde. El más serio de los seis, aplaudido de salida, elástico, de embestir sin demora y querer a todo, de cabalgar de larguísimo –cincuenta metros, no menos- para una tercera vara muy bien luchada, de no gastar en banderillas ni una broma y, en fin, de atacar en la muleta sin desmayo. Sobresaliente fijeza, ritmo espléndido, humillar y repetir.

Se acopló Pepe Moral muy en serio. Solo que en faena de dos mitades. Brillante la primera, abierta con un gran tanda de toreo genuflexo bien tirado y ligado, y seguida con dos en redondo de parecido son y mano mandona y baja, cobradas las dos en la distancia que el toro quería. Rácano el empleo con la zurda, que fue lo que quedó por verse. Al volver a la mano derecha, la faena recobró el vuelo pero en corta distancia. No fue lo mismo. Una estocada de gran decisión, pero con salida desairada. Murió de bravo el toro, recostado contra tablas pero sin rendirse. Arrodillado, se levantó dos veces. Dos orejas para el torero de Los Palacios. Le sabrían a gloria. Y la vuelta al toro en loor de multitud. Las palmas echaban humo. Había en la plaza mayoría torista.

Postdata para los íntimos.- Desde el mirador de La Major, la antigua catedral, se divida larguísimo panorama. Pero han ido creciendo tanto las copas de los plátanos o de los olmos o de los ailantos, no sé, que habrá que esperar a que caigan las hojas para poder contemplar la estrella del paisaje: el Mont Ventoux. En Pascua, cuando la primera de las dos ferias taurinas de todos los años de Arles, las ramas peladas se hacen transparentes, y entonces sí. Un mosaico detalla todos los puntos de referencia. Entre ellos, una abadía, la de Montmajour,  plantada en la falda de una suave loma prealpina. Junto al mapa ilustrado del mosaico, un recuadro de porcelana blanca donde se detalla en lengua provenzal cada uno de los treinta y dos vientos reconocidos en la zona, que es, naturalmente, muy ventosa. Los cuatro vientos de eje son la Tramuntana, Levante, Mediodía y Poniente. El mas temible de todos, el terrible Mistral, que se escribe con mayúscula de respeto. El narbonés, que es viento sur, tiene pésima fama. Doy fe. En Narbona tuve que caminar asido a las barandillas de las calles. Era finales de marzo.
El viento no es tan predecible como el llamado buen tiempo. O malo. O la lluvia. O las mareas. Creo que eso da carácter al país. Incluso en días de viento suave, el aire se puede colar con furia por calles que cruzan otras en calma. Sé de unas cuantas. No escapa de la ley ningún barrio. El de la Colina, que es el del Anfiteatro y la Major, entre la Porte de Laure y el convento de San Cesáreo, es de una placidez solitaria asombrosa. La muralla cae casi a pelo y de golpe. La rue de Refuge es única: los impasses o callejones sin salida son golpes de sorpresa. Uno tras otro. Sin el misterio de La Roquette, pero con una gracia más próxima, menos severa.
La place Voltaire recobrará mañana la paz perdida en días de fiesta. El Capucin es un bistró delicioso. En la place Lamartine, camino de la estación de ferrocarril, estaba antes de su derribo la Maison Jaune o Casa Amarilla que Van Gogh dejó pintada con mirada tierna. Ahí estuvo viviendo los primeros meses de su época de Arles. Y en su cuarto, el sombrero de paja y la silla de anea. Y una ventana por donde entraba la luz. Toda la luz del mundo.

Atracados en el muelle, cinco o seis cruceros, de bandera suiza, alemana, maltesa y también uno francés. Barcos dormitorio en el dormido lecho del Ródano
Última actualización en Lunes, 09 de Septiembre de 2019 20:13