La bronca más ruidosa de la temporada -contra palco, empresa y ganadero- protagoniza la tercera de las novilladas concurso de Madrid. Ganado impropio de Santa Teresa y Couto de Fornilhos Madrid, 20 jul. (COLPISA, Barquerito) Viernes, 20 de julio de 2018. Madrid. Nocturna. 48º festejo de temporada. 3ª del Certamen de novilleros. 8.000 almas. Estival, revuelto, ventoso. Dos horas y diez minutos de función. Seis novillos de Pablo Hernández. Tres -2º, 3º y 4º-, con el hierro de Couto de Fornilhos y los otro tres, con el de Santa Teresa. Ángel Jiménez, saludos tras un aviso y silencio tras un aviso. Daniel García Navarrete, silencio tras un aviso y silencio. Joao Silva “Juanito”, silencio en los dos. Notables pares de Francisco Javier Rodríguez y Perico Muñoz. LA TERCERA DE LAS cuatro novilladas clasificatorias para la final del Certamen de novilleros de las Ventas fue de todo menos propicia. De un solo propietario y ganadero -Pablo Hernández- pero de dos hierros y procedencias distintas. Tres novillos de Santa Teresa, sangre Guardiola Soto vía Hernández Barrera, que en puridad se reconoce por su volumen; y tres de Couto de Fornilhos, encaste Atanasio-Conde de la Corte, hondos, cuajados, bien armados. Fue en conjunto novillada más ofensiva que bien rematada.
Los tres atanasios, abantos y fríos de salida, se emplearon en el caballo. Dos de los guardiolasotos de Santa Teresa -los dos últimos de corrida- cobraron en varas desproporcionadamente y acusaron el castigo. El primero de corrida, de Santa Teresa también, se blandeó con genio y cabeceó sin llegar ni al peto en dos puyazos a distancia rarísimos. El primero de los de Couto de Fornilhos -segundo de corrida- derribó aparatosamente en el primer puyazo. El cuarto, de Couto también, se empleó en dos varas y galopó en banderillas. El último de la noche, de Santa Teresa, cobró tras un primer puyazo durísimo dos volatines completos, uno tras otro, y se abrió de manos después de tal trajín. Se reclamó su devolución, que no procedía. El palco se enrocó y el final de festejo se vivió en un ambiente de gresca muy severa. Contra el presidente, contra el empresario, contra el ganadero. Contra todo. Hasta que el lusitano Joao Silva, Juanito, acertó con la espada, que maneja con llamativo acierto, y se acabó la función. Todos a casa. Ya era casi medianoche. En el corredor de los tendidos altos de sol se dispuso desde el inicio del certamen para las noches de viernes una galería gastronómica de productos del país, de la Comunidad de Madrid, con algún injerto exótico: desde bodegas de Orusco y Arganda a queserías de Campo Real y La Cabezuela, cerveceras artesanas, una carnicería de Colmenar, una chocolatería belga, una pastelería ecuatoriana, una dulcería y un puesto de ginebra y vodka. Una hora antes del paseíllo procede la cata y visita de una fórmula bautizada como “Cénate Las Ventas”. La cena, deprisa, deprisa. La novillada, despacio, muy despacito, porque los tres de turno, con la sola excepción de la segunda de las dos faenas de García Navarrete y de la que desató la gran bronca, optaron por adentrarse en la selva de las faenas interminables. A imitación del modelo en boga que pretende que los avisos no tienen ninguna importancia. Y sí la tienen. Una prueba: la única faena de logros relevantes fue la del ecijano Ángel Jiménez al toro que partió plaza. Faena abierta con tanteo largo en busca de terreno apropiado -noche ventosa y toro sin querencia definida- y muy estimable en tres primeras tandas en redondo templadas, ligadas, reunidas, cobradas con riesgo, asiento y acento. A pesar de que el novillo, tardeando de repente, pidió la muerte, Ángel se eternizó sin éxito en postreras pruebas. Una estocada sin puntilla, pero había sonado un aviso antes de la igualada y el trabajo bueno pasó al olvido. Dio muy poco juego la novillada. García Navarrete, en su tercera salida en Madrid este año, y herido grave en las dos previas, dejó ver su clase con el capote y su firmeza, pero toreando demasiado encima de su primer novillo, que pedía distancia y se rebrincó en la corta. Se vino abajo el tercero, parado a las primeras de cambio, y Juanito no se decidió a abreviar. Hasta que lo obligó un coro de palmas de tango. Otro coro, este más agresivo, castigó el empeño de Ángel Jiménez con un cuarto que perdió las manos una y otra vez. Lo había saludado con tres largas cambiadas de rodillas y, en la vertical, tres lances a la verónica muy encajaditos, de buen aire. En la muleta el toro se aplomó sin remedio. Los dos últimos de Santa Teresa, de pinta y cara nada comunes en la base de Guardiola Soto, muy montados y astifinos, se jugaron con el ambiente enrarecido y a la contra. El quinto, con la cara por las nubes, topó y punteó, pegó taponazos. El sexto, de noble fondo, se tuvo de pie, pero no contó. Juanito sacó muletazos de mérito por las dos manos. Navarrete, que tiene torería natural, volvió a estar valeroso. Pero será difícil que ninguno de los tres de terna pase la criba que conduce a la final del 3 de agosto. Por delante, y en las dos primeras pruebas del 6 y el 13 de julio, ya cuentan en el palmarés toreros con una oreja ganada -Rafael González- o vueltas al ruedo de mayor o menor cuantía: Pablo Mora, Alejandro Fermín y Lagartijo. Los cuatro se beneficiaron de novilladas de encastes Domecq: los martelillas de Guadajira y los juampedros de Montealto. Nada que ver con los de esta otra película.