TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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SEVILLA. Crónica de Barquerito: "Miura y Manuel Escribano, la bomba de la feria"

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Cuatro toros de buena condición –uno de ellos, de vuelta al ruedo- y triunfo redondo del torero de Gerena que, casi olvidado, entró en el cartel como sustituto de El Juli

Sevilla, 21 abr. (COLPISA, Barquerito)

Domingo, 21 de abril de 2013. Sevilla. 14ª de abono. Más de tres cuartos de plaza. Primaveral.

Seis toros de Miura. El cuarto, jugado de sobrero, que fue peligroso y geniudo. Corrida de bellas, varias y serias hechuras. Premiado con la vuelta al ruedo un sexto sobresaliente. Salvo un reservón primero, todos los demás dieron buen juego.

Rafaelillo, de púrpura y oro, saludos tras un aviso y saludos. Javier Castaño, de perla y oro, saludos y vuelta. Manuel Escribano, que sustituyó a El Juli, de nácar y plata, saludos y dos orejas.

Brillantes los banderilleros de Castaño: Galán, Adalid y Fernando Sánchez

LA CORRIDA DE Miura en la que estuvo anunciado El Juli –reclamo mayor- trajo cuatro toros de buena nota: tercero, segundo, cuarto y sexto. Los tres jugados de pares, abiertos en lotes distintos. Un lote completo para el tercer espada, Manuel Escribano, que tuvo la audacia de apuntarse en la sustitución de El Juli. Se cumplió el adagio latino: audaces fortuna iuvat. La suerte sonríe a los valientes. La suerte de dos toros más que relevantes, la que le pone al valor alas y la suerte de encontrarse la música dispuesta como nunca –hasta el regalo de una diana floreada cuando tocaron a muerte en el sexto- y de dulce el público de Sevilla. La última tarde de la feria fue un festín.

Dos orejas Casi por la Puerta del Príncipe Escribano, que, novillero puntero en su día, arrinconado luego en su natal Gerena –el pueblo sevillano de los Campuzano y los Quinta, de Punta y Daniel Luque también-, se fue a Venezuela en busca de fortuna, y la encontró, y vino hace dos años a repescarse, curtirse y refrescarse en el circuito del torismo duro francés. El domingo que viene está anunciado en la Camarga –San Marín de Crau, baluarte de severo torismo- con una corrida de Dolores Aguirre, el 12 de mayo con la de Prieto de la Cal cerca de Nimes, en Alés; el 19 de mayo en Vic Fezensac con la de Escolar y el 14 de julio en Ceret con la de Palha. Antes de salir a torear por la tarde, había firmado la de Palha con la empresa de Azpeitia.

Los miuras de son fueron toros de diversa fortuna: el cuarto, no el de más peso pero sí el de más cuajo de todos, remató de salida con estilo sobresaliente, pero, al ser cerrado a destiempo, se estrelló contra un burladero, el de capotes, y se tronchó el cuerno izquierdo por mitad de la pala. Lo devolvieron sin demora. Sensación segura de que el toro era de excelente reata. Por la manera de galopar, por las hechuras, hasta por el aire con que volvió a corrales. Acudió a un toque de capote entre barreras y lo tomó largo. Al limbo el toro.

Los otros tres de nota fueron distintos, pero tuvieron en común la prontitud, la viveza y la entrega. Cárdenos, como toda la corrida entera, incluido el reserva, que salió, por cierto, rana: perverso, geniudo, listo, violento y la defensiva. Una prenda. El segundo se descaró de salida nervioso y buscando caras por el tendido –señal tan propia de Miura-, no remató en el caballo, galopó en banderillas y quiso mejor por una mano que por otra. Un toro derechoso; por la izquierda se rebotaba un poco. El tercero sacó acompasado tranco y bondad, tanta que hasta se dejó clavar en tablas un par de banderillas al violín y al quiebro, que no todos. Banderillas de Escribano, que ya era de novillero competente rehiletero y no ha hecho más que irse soltando y ganando. El sexto, picado lo imprescindible, sacó particular alegría y en nobleza ganó a todos los compañeros de envío. Más noble que ninguno, de fijeza particular, pronto y fiable en toques, enganches y remates.

De modo que, con la excepción tan notoria del sobrero, la corrida de Miura no fue tan fiera como se pintaba. Tampoco fue de comunión diaria. Tardo y parado, reservón por tanto el primero, celoso de salida, se desinfló en banderillas; llevaba un primer puyazo duro porque se empleó muy en serio contra el caballo de pica y es probable que acusara el castigo cuando lo hizo trabajar con buenas artes e ideas Rafaelillo. El quinto, de buen arranque –salida muy codiciosa-, terminó pegando cabezazos a final de viaje: señal de falta de fuerza. Salvo el sobrero de marras, ninguno de los miuras pecó de medir a los toreros –ni siquiera en banderillas- ni pegó los gaitazos tan temibles que vienen con el precio. Bramar sí que bramó alguno. Pero poquito.

Rafaelillo bailó con la más fea: el torote reservón que abrió el baile y el sobrero alimaña. Anduvo listo, fácil, resuelto, decidido, capaz, tranquilo. Sin volver la cara, dueño incluso de los regates del reserva, al que acabó engañando con muletazos de pitón a pitón. Al primero lo toreó de salida con lances templados, media docena, y remató con bella revolera. A los dos los mató por arriba de formidables estocadas inapelables. Javier Castaño lidió con buen criterio al segundo y se estiró a la verónica con el quinto y en buen compás. Una primera faena en un palmo de terreno -les costó a toro y torero pasar del tercer muletazo- y una segunda de buenos recursos, habilidad y pulso. Y tragaderas porque el final del toro no fue la pipa de la paz. Al quinto lo tumbó sin puntilla de gran estocada. Al segundo, al cuarto viaje.

Y el hombre del día, Manuel Escribano, que lo hizo todo: a porta gayola a esperar a sus dos toros de salida, al lance en la vertical con serio encaje, por chicuelinas en un quite, de frente por detrás en un airoso galleo, seis pares de banderillas de supina seguridad y dos trasteos de absoluto encaje, el ajuste necesario, los brazos sueltos, las distancias intuidas y entendidas como si llevara toreando miuras desde ni se sabe cuándo. Una alegría, una sonrisa que parecía llegar hasta la última fila de la grada de sol. Con la izquierda o con la derecha, el de pecho, las líneas bien tiradas, una soberbia estocada para dejar al sexto sin tiempo ni de agonizar. Un jaleo importante. La suerte estaba echada.