TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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SEVILLA. Crónica de "Barquerito": "Una ofensiva corrida de Rincón"

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TOROS. Crónica de la corrida de Sevilla

Sevilla: 7ª de feria

Dos toros nobles pero de poquita vida, apuntes sueltos de Bolívar, un sobrero de insuperable violencia del Conde de la Maza y gesto profesional de Antonio Barrera

Sevilla, 14 abr. (COLPISA, Barquerito)

Sevilla. 7ª de feria. Nublado. Chubascos en los dos últimos toros. Casi tres cuartos de plaza

Cinco toros de El Torreón (César Rincón) y un sobrero del Conde de la Maza, que hizo cuarto. De llamativa alzada y poderosas defensas la corrida de Rincón, que salió desigual, más ofensiva que guerrera Segundo y tercero, con el fuelle justo, dieron juego. Noble un sexto rebrincado. Mansote el primero; difícil el quinto, que se defendió. El sobrero del Conde de la Maza, del todo intratable.

Antonio Barrera, de azul marino y oro, saludos y silencio. Luis Bolívar, de celeste y oro, saludos y silencio. Salvador Cortés, de azul mahón y oro, saludos y silencio.

EL toro de mejor condición de la corrida de El Torreón fue el tercero. El más bajo de agujas, el de mejores proporciones. Colorado ojo de perdiz, de amplia envergadura, dos tremendas velas, bizco. El pitón derecho era como un garfio jamonero. Se fue a esperarlo a porta gayola Salvador Cortés. Una larga afarolada en el saludo y, a pies juntos o abierto el compás, lances atropellados que violentaron un poco al toro. Era frágil, pero duró y quiso más que cualquiera de los otros. El segundo, alto y sacudido, de esbelto porte, se empleó en la muleta con suave son, pero, flojo o justito de fondo, no pudo rematar de verdad más allá de diez o quince viajes. Forzado, claudicaba. Era toro de templarse mucho.

Ni Salvador Cortés con el ofensivo tercero ni Bolívar con el bondadoso segundo llegaron a rematar tampoco. Más acoplado Bolívar cuando, en paralelo con tablas y en la segunda raya, tiró de su toro sin violencia en dos tandas. Por administrar al toro o por falta de resolución, la faena, breve por fuerza, estuvo, sin embargo, llena de tiempos muertos. Se desdibujó por eso y casi de golpe. La música, que se arrancó con desacostumbrada ligereza, se calló de pronto en señal de castigo.

Tesonero, vertical, Salvador Cortés se embarcó en larga y desigual faena en el toro propicio. Firme el encaje en casi todas las bazas, pero, rígidos, los brazos desplazaron al toro cuando los viajes tuvieron el empuje preciso. Cuanto hubo que ayudar al toro con toques y pulso, salieron enganchados los muletazos y se diluyó el trabajo.

Tan sólo manejable el sexto de corrida; flojo, distraído, sin celo y al cabo rajado el primero; violento y de pedregoso estilo, mirón y escarbador un quinto de espectacular cuajo; y un cuarto que, estrellado contra un burladero de salida, se partió por la cepa el cuerno derecho, y lo llevó colgando hasta el momento de enfilar toriles de vuelta. De modo que el papel de César Rincón como ganadero fue más de escaparate que de pelea. Serio de verdad el envío entero.

Un sobrero del Conde de la Maza de grupas formidables y buena armadura completó la corrida como si fuera veneno. Fue toro de supina agresividad: el dedo en el gatillo, una mano en amago felino por sistema, como las alimañas; cabezazos en furiosos derrotes al venirse por delante, rebañones a media altura. Ese toro de tan taimado carácter se lo brindó al público Antonio Barrera en un gesto sentimental. Por corresponder al cariño con que lo trató la gente.

El padre de Barrera murió  en la noche del martes al miércoles en su pueblo natal, Mairena del Alcor. Pero Barrera cumplió su compromiso de torear el abono de Sevilla. Hizo destocado el paseo, se guardó un minuto de silencio en recuerdo del padre y a su memoria, montera apuntada al cielo desde los medios, brindó Antonio el primero de la corrida, que no quiso pelea sino todo lo contrario. La estocada con que lo tumbó Barrera fue una de las contadas cosas brillantes de la tarde.

La corrida se lidió con abusiva e injustificada premiosidad. Tardanza en llegar a los toros, en ponerlos o no en suerte; pasividad general incluso para llamarlos. La reservonería del quinto, que no invitaba a confianzas; el rebrincadito empleo del sexto. Todo eso se fue comiendo tiempo y tiempo. Llovió un poco, se abrieron y cerraron paraguas, encendieron las luces de la plaza al soltarse el quinto, Cortés volvió a irse a porta gayola con el sexto y a enjaretarle lances de mucho corazón pero desigual dibujo, se atascó el fluido de la última faena y, al menos, fueron breves con la espada todos. Bolívar despeó al quinto de media lagartijera de gran habilidad.

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Postdata para los íntimos:

Ya van siete de abono. Cada vez vale más lo de Oliva Soto. Dan lluvia
para mañana y pasado. Esa expresión de "dar lluvia" por "pronosticar
precipitaciones" es muy sevillana, un resto del lenguaje campero
anterior a la retórica tan de la Sevilla urbana. Tiene gracia el
contraste entre el barroco florido del verbo sevillano y el dar lluvia
como si la regalara el cielo. No ha parado de llover en todo el
invierno, cuentan los sevillanos. Se nota.

Si no llueve, o sea, si no precipita, mañana Victorino y el viernes
Julián (López).

 

 

Última actualización en Jueves, 15 de Abril de 2010 08:32