BAYONA. FRANCIA. Crónica de Barquerito: "Una faena exquisita de Juan Bautista"

Sábado, 02 de Septiembre de 2017 00:00
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Y una estocada memorable para tumbar sin puntilla a uno de los toros de nota con los que se estrenaba El Juli como ganadero en Francia

Se pide la vuelta para el segundo de la corrida

A sangre y fuego Ureña con un quinto de gran aspereza

Se rajan los dos del lote de Roca Rey

Bayona, Francia. 2 sep. (COLPISA, Barquerito)

Sábado, 2 de septiembre de 2017. Bayona. 2ª de la Feria del Atlántico. Soleado, templado. 7.500 almas. Dos horas y veinticinco minutos de festejo. Seis toros de El Freixo (Julián López Escobar). Juan Bautista, silencio y dos orejas. Paco Ureña, una oreja y dos orejas tras un aviso. Roca Rey, saludos tras aviso en los dos. Picaron muy bien Vicente González y Alberto Sandoval a segundo y cuarto, los dos toros de mejor nota en varas.

EL TORO CON EL QUE El Juli se estrenó como ganadero en plazas francesas se llamaba Malhechor, negro zaino, enmorrillado, engatillado, poderoso cuello, buenas hechuras y bueno el tranco de salida. Suelto, se fue solo al caballo como si la zona marcada en Bayona para picar fuera su querencia. La cara arriba, protestó en el primer puyazo. Del segundo se escupió. Juan Bautista se había limitado a lidiar, y más empeñoso de lo que es en él habitual, y Paco Ureña quitó por gaoneras, tres, que remató con larga enganchada. Mutación del toro, que se avisó en banderillas y, después de una tanda inicial de doblones, respondió con brusquedad. Tal vez le faltara un puyazo. Pero llevaba la boca abierta. Se puso mirón, se acostó por las dos manos y pegó cabezazos secos sin meter los riñones. Juan Bautista trató de ajustarlo en los medios en dos tandas. Nada que rascar con tanta aspereza. Y el don de la brevedad. Fin de faena y una estocada caída.

Al primer tapón, zurrapas. De El Freixo, nombre de finca, la de El Juli en Olivenza, se habían jugado en esta tierra erales y utreros de excelente nota. El cuatreño inaugural, no tanto. Pero la corrida cambió de signo enseguida. De signo y color, porque el segundo, sardo, estrecho y largo, vareado y badanudo, fue en varas bravo sin mácula. Acudió de largo al caballo y peleó con tanta fijeza como ganas. De largo vino al segundo puyazo y galopando con particular alegría. La pelea fue la misma. Cambiado el tercio, todavía estuvo pendiente el toro del caballo y listo para hacer por él. Si no es por toques a punta de capote, y a todos atendía con gesto y mirada, habría vuelto a galopar y a pelear. Salió a quitar Roca Rey, y en el remate de una chicuelina, con el picador en la puerta de cuadras y cuadrillas, el toro volvió a hacer el último amago de arrancarse.

También en ese lance se revolvió por la mano izquierda. Ese iba a ser el único debe de la cuenta. Por la mano derecha embistió por derecho y humillado, en viajes largos, de ritmo muy regular y repeticiones prontas. Ureña abrió faena a pies juntos en tanda algo teatral, no terminó de ajustarse en dos tandas en redondo y al ponerse por la izquierda sufrió una cogida tremenda. El toro lo encampanó, lo tuvo entre pitones, se lo echó al cuello y lo soltó de voltereta brutal. La impresión fue terrible. Ureña salió desencajado de la paliza, la taleguilla verde oliva tintada de sangre del toro.

Y una reacción conmovedora: vuelta a la cara del toro, un péndulo, cites talonados y frontales con barrigazos aparatosos, un desplante de esa guisa. Un pinchazo, una estocada desprendida al encuentro, rueda de peones y una lentísima agonía del toro, que tardó en doblar más de un minuto y fue apuntillado antes de llegar a echarse del todo. Ureña, inerme, plantado frente al toro medio muerto, le estuvo tocando las palmas. El público, según uso de plazas francesas, acompañó la larga agonía con un coro de palmas de ganso. Se pidió la vuelta para el toro. Se lo pensó el palco lo indecible. La ovación en el arrastre fue de gala.

El contraste entre esos dos toros tan diferentes iba a tener segunda parte. Dos toros negros más, los dos últimos, y dos rubios, un tercero castaño engatillado como el primero, y un cuarto colorado y calcetero, alto de agujas, el más astifino de los seis, recogido o apuntado de cuerna pero no brocho. Los cuatro hicieron de todo un poco o un mucho, pero no todo bueno. El tercero, de muchos pies, sacó calidades mayores de salida –bello saludo de Roca Rey por mandiles-pero después de docena y media de viajes se soltó y acabó rajado. Cuando Roca trató de llevarle la contraria, punteó defendiéndose.

Juan Bautista recibió al cuarto con tres lances de rodillas en tablas y, en los medios, tres verónicas muy despaciosas. Tendría noticia de que el toro era de nota. Lo fue. Galleo de frente por detrás para una primera vara muy medida, un intento de quite de Juan Bautista por crinolinas que el toro no consintió, un segundo puyazo metiendo los riñones, un desafortunado quite de Ureña y una exquisita faena del torero de Arles que rompió desde el primer muletazo, y la primera tanda ligada sin duelo, y fue de ritmo impecable. En la distancia primero, no tan lejos luego y al final bastante encima y en corto, porque el toro hizo gesto de rajarse. Juan Bautista lo mantuvo en las rayas. A la hora de la igualada, pareció afligir el toro, y Juan Bautista esperó. Solo hasta que vio que el toro se volvía a estirar, y entonces lo citó a recibir dándole adentros y enterró por el hoyo de las agujas una estocada memorable. El toro tardó en rodar sin puntilla apenas diez segundos. Se vino abajo la plaza. Juan Bautista fue devolviendo una por una las muchas prendas que le arrojaban desde los tendidos, donde se vivió ese final como una fiesta.

El quinto hizo lo que ningún otro: echar las manos por delante, escarbar antes de ir al caballo, arrear en varas pero sin emplearse –desmontó al infalible Pedro Iturralde-, se dolió de varas y en banderillas, cortó y, listo, no paró de roncar. Probón, la cara entre las manos, escarbaduras ya en zona de raje, medios viajes descompuestos en las tablas, adonde se había ido y donde Ureña se peleó en un tragantón a sangre y fuego, ni un muletazo limpio ni rematado, pero un chorro de emoción porque se estuvo mascando la cogida en cada trance y la gente se asustó. Un aviso antes de la igualada, un pinchazo y, soltando engaño, una estocada sin puntilla. Y, al cabo, un sexto toro que se llevó de Roca Rey suave trato ligero y compuesto –una hermosa apertura de faena por estatuarios- pero que quiso tomar el camino de las tablas antes de tiempo. Y lo tomó.

Postdata para los íntimos.- El jueves dormí en un barrio de Irún que es a su vez un barrio de otro barrio, el de Ventas. En Ventas hay dos estaciones de ferrocarril paralelas y casi juntas. Las dos llevan a Irún. La de los ferrocarriles vascos, a Hendaya. El barrio de las afueras de Ventas se llama Urdanibia. Entre un dédalo de carreteras -autopistas, regionales y vías de cruce- hay un hotel que parece un palacio inglés como los de los clubs de golf. Pero sin campo de golf. Hay uno, pero en otro barrio. Y al otro lado de las carreteras. En el palacio paran muchos conductores de camionetas y camiones, que se acuestan pronto y madrugan mucho. Hablan por teléfono antes y después de dormir. Desde uno de las balcones de la tercera planta del palacio se divisan las lomas y la cumbre del Jaizkíbel. Dormí en una cama inmensa y me bañé en una bañera todavía mayor, y ya no distinguía entre cama y bañera. Como un ángel dormí. El viernes como un príncipe en Fuenterrabía, en la calle de SAn Pedro, en el Uralde, que tiene nueva dirección pero todavía más calidad. Como la Hermandad está siempre llena, reenvían a la gente de su estima a este Uralde, que llevan un cocinero y una camarera, pero el cocinero es un talento. Sopa de pescado de cinco tenedores, una merluza in-su-pe-rable. Y postre, Por poco más de treinta euros lo haces. Y un chupito de licor de café. Invita la casa.

Fuenterrabía está muy cuidada y limpia. Hay, eso sí, visitas guiadas. ¡Socorro, socorro!
En los vaporcitos franceses se hace la travesia del Bidasoa hasta el puerto deportivo de Hendaya. Hendaya ha crecido muchisimo. Qué gusto el paseo del puerto con olor de mar y gasolinas. La plaza mayor está como una patena. La estación, en decadencia, como los ferrocarriles franceses en general.
Tomé ayer por la mañana el Ter de Hendaya a Dax. Las cretonas de lo asientos están raidas. Vagones de hace setenta años. A mí me encantan, pero. El precio, político. En cuarenta minutos te plantas en Saint Esprit, donde empezaron en serio los toros hace 175 años o así. Saint Esprit es el barrio judío de Bayona. En Bayona hay cuatro barrios. La Grande, la Pequeña, la Nueva y el Espíritu Santo.
Última actualización en Sábado, 02 de Septiembre de 2017 21:30