"Miguel Flores", Miguel Florentino Pérez Flores, en la vida real, torero, apoderado y poeta, ha fallecido el miércoles en su domicilio de Madrid a los 88 años, muy bien llevados, debido a una larga enfermedad, que le había llegado en los últimos meses. Nacido en la localidad malagueña de La Viñuela fue un hombre muy conocido, generoso, querido y respetado en el mundo del toreo, profesión en la que debutó el 15 de agosto de 1951 en la localidad sevillana de Utrera, anunciándose en los carteles y en las páginas publicitarias del desaparecido semanario "Dígame", como "El Camborio", "el torero que soñó García Lorca".
No tuvo suerte y después de varias novilladas picadas, una cornada en la antigua "Chata" de Carabanchel (Madrid) le retiró de los ruedos, sin llegar a tomar la alternativa. Se hizo apoderado. Ayudó y dirigió a muchos jóvenes toreros, siempre en sus comienzos que tiene mucho mas mérito. Su última actuación tuvo lugar en la plaza madrileña de San Sebastián de los Reyes, en donde ya siendo respetado apoderado, convenció al empresario para que contratase a "El Camborio", sin decirle que era él mismo. El organizador, Eduardo San Nicolás, se quedó pasmado cuándo le vió vestido de luces en el patio de cuadrillas.
Él primer éxito de apoderado le llegó con el diestro valenciano Guillermo Císcar "Chavalo", extraordinario muletero, que encabezó el escalafón de novilleros, y posteriormente llevó en sus comienzos a espadas muy importantes, cómo "Morante de la Puebla", de novillero y hasta la alternativa en el año 1997. Siempre le gustaron los toreros con sello propio, sobretodo los considerados de arte, de ahí que a lo largo de su vida administrara también a Paco Alcalde, Rafael Sandoval, Julio Aparicio, "El Madrileño", su paisano Salvador Vega, Andrés Palacios y el rejoneador Diego García de La Peña, entre otros muchos. El dia de Navidad invitaba a comer a sus amigos mas cercanos del mundo taurino, entre ellos el diestro Julio Aparicio padre, Juan Lamarca y su íntimo mano derecha Lázaro Carmona.
Miguel estuvo varios años residiendo en Salamanca, a la que llevaba en el alma, para prepararse como torero y su categoría personal le procuró grandes amistades entre los ganaderos y sus compañeros aspirantes a la gloria taurina. En partícular una maravillosa relación fraternal y de admiración hacia el que mejor había visto torear con el capote y la muleta. A un gitano puro: Salomón Vargas, una institución en el campo charro que, sin embargo, no llegó a nada. Le sobraba arte pero le faltaba corazón. Cada año, en la feria salmantina, se encontraban y recordaban felices los viejos tiempos. Salomón le precedió hace años en este paseíllo hacia el Cielo. Allí se habrán vuelto a encontrar y a torear juntos, cómo les gustaba tanto a los dos, cómo les salía del alma: Despacio. Muy despacio. Y con las manos bajas, muy bajas.
Flores, que gustaba recitar en público, publicó varias obras dedicadas a la poesía del mundo del toro, entre ellas, "Como los ángeles... quisieran torear. Romances taurinos y otras vivencias" o "Poesías taurinas". Ha sido incinerado en el cementerio de la Almudena. Descanse en paz. Nadie en el mundo taurino duda de que ha ido directo al Cielo y que ha entrado en él por la Puerta Grande. Allá le habrán recibido con júbilo los santos, ángeles, arcángeles que incluía tanto en sus versos y por supuesto San Pedro, a quien hacía constantes referencias en sus poemas, por aquello de que es el dueño de las llaves del Cielo...