TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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MADRID. Feria de San Isidro. Crónica de Barquerito: "A hombros Paco Ureña"

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Afortunado en el sorteo, aupado por un fervor incondicional, entregado y hasta roto, el torero de Lorca encuentra recompensa generosa con el lote mejor de la feria

Madrid, 15 jun. (COLPISA, Barquerito)

Sábado, 15 de junio de 2019. Madrid. 33ª de San Isidro. Corrida de la Cultura. Primaveral. No hay billetes. 23.640 almas. Dos horas y veinte minutos de función. Se intercambió el turno de salida de quinto y sexto por estar siendo Ureña atendido en la enfermería. Seis toros de Victoriano del Río. Sebastián Castella, silencio tras un aviso y silencio. Paco Ureña, vuelta al ruedo y dos orejas tras aviso. Roca Rey, silencio tras aviso y silencio. Pedro Iturralde picó perfecto al sexto.

LA CORRIDA de Victoriano del Rio trajo de postre un toro de calidad sobresaliente. Por bravo y pastueño, conjunción nada común y muy difícil de casar. Quinto de sorteo se soltó en sexto lugar por un imprevisto. El segundo de la tarde había cogido a Paco Ureña en plena faena de muleta. Un tremendo porrazo en las costillas y la escápula izquierdas. No hizo presa el toro, llegó a tiempo el quite y Ureña se repuso sin dolerse.

 

Después del batacazo, volvió Ureña al toro con ánimo crecido y, en loor de multitud, puesto por la mano izquierda, de perfil y a pies juntos, expuso y se embraguetó con el toro. Uno a uno, los naturales de entonces fueron recalentando una faena que se venía celebrando incondicionalmente desde el arranque mismo. A pesar de que el toro se había pegado en banderillas un trastazo formidable contra el burladero de los monosabios, Ureña abrió faena sentado en el estribo. Mandó el toro contra las tablas en un estrellón menor pero rectificó a tiempo, se salió a la raya primera y ahí cosió el natural con una trinchera enroscada. Se subrayó el acierto.

Antes de la cogida, premioso y muy montada la muleta, la deriva de faena era más de emoción que de pureza. A los diez viajes, estaba la taleguilla tintada de sangre de toro. Después de la cogida, se desató una pasión contagiosa. Un pinchazo sin pasar y perdiendo engaño calmó los ánimos. Y una estocada. No cuajó una petición de oreja. Antes de meterse por su propio pie en la enfermería, Ureña se pegó una clamorosa vuelta al ruedo. Ese toro segundo de corrida, bravo en el caballo, se soltó mucho en los primeros tercios, incluso en un quite de Roca Rey y en el de réplica de Ureña, pero tuvo en la muleta son del caro. En el arrastre, apenas unas palmas de quienes lo habían visto y gozado con él,

Mucho más caro fue todavía el son del que completó lote. Un toro Empanado que, después de meter a modo los riñones en una primera vara, se salió suelto pero volvió para cobrar casi al relance un segundo puyazo certero y medido de Pedro Iturralde. Rico galope en banderillas y, en la misma apertura de faena, un derroche de calidad y temple. El inicio de faena fue de órdago. Cuatro estatuarios en tablas –los cuatro ligeramente mecidos por delante, y eso hizo de ellos muletazos a suerte cargada-, un ayudado por alto y una espléndida coda cosida de un natural, la trinchera, el del desdén y uno de pecho impecable. Fue la joya de la faena, y la que la dejó embalada, aunque ni el ritmo ni el compás de cuanto vino luego se acercó en calidades ni logros al rutilante comienzo.

Ureña lleva tiempo sintiendo en Madrid un amparo sin condiciones ni mayores exigencias, que, tras su infortunio del pasado septiembre en Albacete –pérdida del ojo izquierdo en una cornada-, se ha multiplicado. La prueba del amparo fueron los subrayados de la faena sin reparar en detalles. Dos parones por descolocado al torear con la zurda, la falta de ligazón. No importó. Por encima de todo contaron la entrega, la sinceridad y, sello de Ureña, el ajuste. Fue faena más corta que breve. Los naturales enroscado de su segunda mitad fueron soberbios, pero pocos. Desde casi los medios pidió Ureña la espada de acero. La muerte del toro, estocada trasera, en tablas fue lentísima. Y de bravo. Un aviso. Dos orejas. Omisión injustificable: se quedó sin premio el toro, uno de los más completos de la feria.

La corrida repartió a capricho la suerte. Para Roca Rey, el lote más ingrato, con un sexto de sorteo armado con dos guadañas disparatadas y un tercero, cinqueño, que huyó de su sombra. Para Castella, dos toros de mucha bondad: un primero que tuvo una mano izquierda notable y un cuarto de soltarse pero dócil. Roca Rey –su tercer no hay billetes de la feria- se sintió medido y no reconocido. Ni en los momentos en que sujetó las huidas del tercero, de cuyas embestidas inciertas o acostadas y revueltas hubo de librarse en pura esgrima. Esa primera faena se vivió con tensión, la más notoria de la tarde. El final, en tablas, fue de torero capaz, por encima de las circunstancias. Victima de lidia deficiente, el de las dos guadañas se aculó en tablas varias veces y Roca resolvió el trámite. Al tercer viaje cobró una excelente estocada. Castella, qua ha echado su más oscura feria en muchos años, no se acopló con el buen cuarto y no se entendió con el primero hasta muy al final.

Postdata para los íntimos.- NO ha llovido en toda la feria. Habrá que sacar al santo en rogativas. Aunque ha soplado viento de poniente o levante incluso las tardes de sol, he detectado en la plaza la abundancia de sombreros de tonos claros. No digo los de ala de lona flexible tan del gusto de los japoneses, y de las japonesas. Ni de los que venden en los puestos de calle. Estoy pensando en el canotier clásico que identifica una época de la moda: los años 20. Se dice,siempre los "felices años veinte" como un latiguillo, que tiene su razón de ser: fue década entre guerras brutales. Los veinte fueron época de nubarrones: el crack del 29, la sombra creciente del fascismo y los nacionalismos. O sea, la carestía del pan.

En fotos antiguas de época, los años veinte, lo común es distinguir en los tendidos de las plaza de toros caballeros con sombrero canotier o jipijapa. En tendidos de sombra. Al sol se iba con visera. El designio de la moda misma es irse pronto pero volver antes o después. Y así sucesivamente.

En la calle Imperial, que es cuesta y tiene doble curva pese a ser muy corta, a espaldas de la Plaza Mayor de Madrid, hay una sombrerería histórica, la de Medrano. Vale la pena a visita. Parar mirar el escaparate, que en primavera se puebla de jipijapas con cinta negra

 

Última actualización en Sábado, 15 de Junio de 2019 21:11