TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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SEVILLA. Crónica de Barquerito: "Joselito Adame anda fino"

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Una bella faena al último toro de una corrida muy desigual de Las Ramblas. El Cid, sorprendido por el son bravo del penúltimo. Una soberbia estocada de Abellán

Sevilla, 6 abr. (COLPISA, Barquerito)

Miércoles, 6 de abril de 2016. Sevilla. 5ª de abono. 5.000 almas. Primaveral. Dos horas y cuarto de función. Seis toros de Las Ramblas (Daniel Martínez). Miguel Abellán, silencio en los dos. El Cid, silencio y vuelta. Joselito Adame, silencio y vuelta.

HASTA LA SUELTA DEL quinto toro de Las Ramblas no hubo apenas cosa relevante. Por delante, dos toros sacudidos, astifinos pero justos de trapío. Breve Miguel Abellán con el primero, que protestó a modo en el caballo, se rebotó al embestir con el celo justo, tropezó engaño más de la cuenta y murió de manso. Habilidoso y cauteloso El Cid con el segundo, que, frito a lances de doma, quiso pero no pudo en dos varas y estuvo a punto de herir a Alcalareño a la salida del primer par de banderillas.

 

La cogida de Granero: en la carrera perseguida, perdió pie Alcalareño y casi bajo el estribo estuvo a merced del toro, que lo buscó en el suelo como dueño de la presa. La paliza fue tremenda. Salió ileso el torero, que tuvo arrestos para cuartear en el par que cerraba tercio. Demasiado abierto, el toro lo vio venir, lo esperó con la cara alta y no se dejó prender más que un palo. Y salir otra vez trompicado. La faena de El Cid tuvo más oficio que aire o estilo. Cuando el toro se puso celoso, lo abrió exageradamente: el toreo por fuera. Y el toro se rajó. Esos dos primeros rodaron tras sendas estocadas.

Tercero y cuarto rondaron los 600 kilos. Chorreado el uno, castaño albardado el otro. Al tercero, templado en el saludo por Joselito Adame, lo picó perfecto Óscar Bernal; el cuarto fue el clásico bravucón, de los de dolerse y blandearse al sentir la puya. No pudo con los kilos, no le interesó nada, se fue suelto. El de peor nota de todos. El tercero sacó un son tan pacífico y tan aplomado que no parecía ni res de lidia. Adame toreó compuesto y seguro, pero antes del décimo viaje ya había pedido la cuenta el toro. Se fue sin pagar. Abellán tomó la cuerda decisión de abreviar con el cuarto mole y no mollar. La estocada con que lo tumbó fue soberbia. Fiel a su vieja costumbre, no perdonó quites Miguel. Inoportuno el del tercer toro, que claudicó al segundo impulso. Mucho más logrado el del sexto, por chicuelinas y una serpentina forzada porque el toro atacó en los medios con ganas.

Los dos últimos toros, en tipo y hechuras distintos a los cuatro primeros, cambiaron el signo de la corrida. Decorado muy distinto. Dos toros colorados: rechonchito y recortado el quinto, que fue el toro de la tarde y el más alegre de los vistos en toda la semana; muy bien hecho –engatillado, astifino, corto de manos- el sexto, que, fijo en el engaño, humilló y repitió con suave ritmo. Toda la pelea en los medios. La una y la otra.

El quinto tuvo el fondito picante de la bravura y se vino arriba de mitad de faena en adelante, y cuando El Cid pareció sentir que estaba toreando sobre seguro, siempre a muleta puesta, la mano baja, desigual el ajuste. La banda hizo del Amparito Roca una versión melódica y modélica. Un regalo para los oídos. Sorprendido por el toro, a El Cid se le fueron los pies cuando trató de gobernar con la zurda. Faena a menos, pero celebrada. Sin particular pasión. Media estocada defectuosa soltando el engaño y una salida desairada, porque el toro persiguió a El Cid hasta la boca de riego. La media no bastó. El Cid estuvo con el verduguillo tan certero como siempre. Aplaudieron al toro en el arrastre con fuerza.

Estos toros pizpiretos –ese quinto, y el sexto- parecen refresco creciente de la ganadería de Daniel Martínez. Colorado, calcetero, ojo de perdiz, el sexto hizo honor a las hechuras: pronto, fijo, ganoso. Banderillearon con riesgo y acierto Roberto Jarocho y Fernando Sánchez. Jarocho con el cuarteo clásico y salida casi al paso, sobria fórmula tan del gusto de los cabales de la Maestranza; Fernando, con su espectacular par de pitón izquierda cuadrado en el mismo balcón, los brazos arriba de repente, mejor la reunión que la salida. La entrada en suerte, al paso.

Adame brindó al público la que iba a ser faena de la tarde. Siete estatuarios en tablas y el del desdén para abrir boca. Un runrún de asentimiento. Y a los medios sin demora para ligar despacito en redondo cinco, y el cambiado por alto. Después de la versión concierto de Amparito Roca, el Cielo Andaluz, de Marquina, que tanto entraña para los toreros mexicanos. Soberbia la banda de nuevo. Y rica la faena por todo: por su temple, la ligazón, la suavidad. Cuatro tandas, no más. La facilidad para tener en la mano el toro y medirlo cuando fue perdiendo gasolina. Excelente el trazo de Adame por las dos manos. Y de aire magistral los cinco muletazos cambiados con que, la espada de acero ya en la mano, quiso dejar cuadrado al toro entre rayas. En la suerte contraria, a toro arrancado, Joselito cobró una estocada que hizo guardia al toro. Un final impropio. Un descabello. Se hizo querer el torero de Aguascalientes. Una vuelta al ruedo muy jaleada.

Postdata para los íntimos.- El escaparate de Casa Moreno en la calle Gamazo es una tentación. Hay gente que pica dentro. Yo prefiero la contemplación resistida: la penitencia de San Antonio. Hay conservas de una Sierra Cazorla -nombre de marca- que deben de ser pecado mortal. Un timbal de rabo de toro, un moje de verduras, el pisto antiguo. Latas hermosas y bien pintadas de melva canutera. Grandes cajas de galletas Birba, las de Camprodón, el pueblo prepirenaico de la provincia de Barcelona donde nació Isaac Albéniz. Albéniz, hijo de aduanero. En muchas de las cajas de Birba se ve el puente sobre el río Fresser, que es muy fragoroso. Enfrente de Moreno, el Becerra, con sus papas aliñás.
El arroz tardó en salir en  el Barbiana y yo tenía prisa. Es admirable la tapa de albóndigas de choco. No solo por las albóndigas y por las patatas panadera que las acompañan con su salsa marinera. Sino por el toquecito de perejil. Si os ponéis enfrente de la ventanita de la cocina y junto a la caja registradora, contemplaréis una de las cosas de más arte de todo el entorno de la Plaza Nueva: la manera en que el pinche o el maitre espolvorean el pellizquito de perejil. Parece muy fácil, pero. Mientras sale el arroz, cabe contemplar una foto mayúscula de Morante. Foto de Arjona. No es un desplante pero casi. Una salida de la cara del toro. No cabe más armonía. La foto, encima del ventano del perejil.
En el Trifón, la sorpresa feliz de encontrar a dos maravillosos amigos de Bayona. Marido y mujer. Vieja amistad. Hicimos una evocación de aquel Charly Forgues que pudo haber sido alcalde de Bayona, pero no quiso, y quiso ser divo de la ópera -cuatro cursos en el Conservatorio de Toulouse- pero no pudo porque sus padres le tenían comprada una farmacia. En Bayona, En Toulouse conoció Forgues a Manolo Chopera, que estaba haciendo un doctorado en Química, y ahí comenzó una historia de los toros de Bayona que ha llegado hasta hoy. Sin Charly ni Manolo. Por los dos hemos brindado. He sabido que Forgues hacía llegar a La Flor micuit de la mejor calidad, y que esa era su parada favorita en el centro. La plaza de toros de Toulouse es ahora un barrio periférico. Con parada de metro. El Sol de Oro. El diario izquierdista de Toulouse, La Republique, tuvo siempre críticos taurinos de primera fila. Inmejorables.

 

Última actualización en Miércoles, 06 de Abril de 2016 23:09