Un botín de cuatro orejas en novillada de único espada y una sensación segura de torero competente: notable capotero, muletero templado y capaz, personalidad.
Castellón, 28 feb. (COLPISA, Barquerito) Castellón. Domingo, 28 de Febrero de 2016. 1ª de La Magdalena. Soleado, templado. 7.000 almas. Dos horas y treinta y cinco minutos de función. Tres novillos -2º, 3º y 5º- de El Parralejo (José R. Moya) y otros tres de Fuente Ymbro (Ricardo Gallardo). El quinto, premiado con vuelta en el arrastre. Jonathan Varea actuó como único espada. Oreja tras aviso, ovación tras aviso, silencio tras aviso, oreja, dos orejas y silencio. En total cortó cuatro orejas y salió a hombros por la Puerta Grande. NI BREVE NI PROPIAMENTE variado, pero más variado que breve, el espectáculo resistió y se sostuvo. Ciento cincuenta y cinco minutos con un solo protagonista. Fue corrida de único espada. Varea, torero del país, de Almassora, a tiro de piedra de la capital de La Plana. Apariencia de casi lleno en los vetustos tendidos de Castellón, ambiente caliente, incondicional, con raptos de euforia. Novillos de dos hierros pero un solo encaste: jandillas de pura cepa, de nobleza inmaculada, trapío nada comprometedor y condición distinta.
Ni un solo enganchón en tarde de muchos, muchísimos muletazos porque las seis faenas, las seis, fueron de mucho durar. Las de menos brillo, al aplomado tercero de corrida y a un sexto un punto pegajoso, no fueron excepción. El quinto trabajo fue el de más brillantes logros, incluido un cabezazo al lomo –a toro pasado, por tanto- en el mismo platillo del ruedo, donde Varea acertó a dominar la querencia a soltarse del novillo, su inercia para ir y venir más que su instinto de pelea. Entonces llegaron, además, los muletazos de mayor calado, embraguetados, tirados con gusto, compuesta en vertical la figura. Lindos remates de trinchera.
La norma del Varea muletero apunta ahora a un modelo: Manzanares hijo, su manera de rehilar antes que ligar. A suerte descargada y, en fin, suculentos remates cambiados por alto, el falso pase de pecho al hombro contrario cuyo caro dibujo es un irresistible golpe plástico. Mucho más seguro con la muleta en la diestra que en la siniestra Varea. De eso hubo prueba clara en sus dos faenas de mejor tensión: la primera –y en ésta, el pecado de retorcer la figura- y la quinta, la de mayor descaro. Con sus baches y sus momentos planos, casi inevitables en corrida de única espada y con toros de un solo encaste, las seis faenas tuvieron cuerpo suficiente. No parecido vuelo.
Irregular manejo de la espada: estocadas desprendidas o contrarias, pero suficientes para abrochar las tres faenas de más claro relieve. Y el capote, que es, en el caso de Varea, de sello propio: capa de grandes y densas dimensiones, brazos siempre sueltos, figura bien encajada en una segunda mitad de lance soberbia, la verónica cargada y recargada, de mentón hundido y mano de salida más alta que baja. Ensayos de medias del repertorio belmontino, que van saliendo con seca gracia.
Ingenios varios en esta tarde de examen general: largas afaroladas de rodillas, largas cambiadas también, un tímido quite por sedicentes chicuelinas, tres tijerillas de recibo –homenaje secreto al recién desaparecido maestro mexicano Jesús Córdoba-, bien armados lances a pies juntos. Torero, por tanto, puesto y capaz. Algo chillón también.
Postdata para los íntimos.- El sábado empezó a nevar bastante antes de llegar a Cuenca, la nieve había cuajado en los andenes de la estación del AVE. Todo el tramo entre Cuenca y los túneles de Contreras parecía el paisaje de la estepa rusa. Los copos venían de cara. Y así hasta Siete Aguas. El cielo estaba metálico. El invierno. En Castellón azotaba un viento sonoro. Hubo que agarrarse a las maletas para resistir el paso a pie por los cruces de Cremor, que es el barrio que viene desde la estación al hotel de los Guillamón frente a la estación vieja del Ferrocarril del Norte. Este hotel fue en su día una fonda de estación. Figura en la guía de Levante que en 1923 escribieron y publicaron Elías Tormo y Dantín Cereceda. Don Elías Tormo, tan pío, autor de una guía completísima de iglesias de Madrid -de 1930, antes de que empezaran a quemar algunas-, no habla del Parque de Ribalta, como ahora se nombra, sino de la "Alameda" de Castellón, que fue un cementerio en su día. Han podado salvajemente los plátanos que configuraban el perfil mayor del parque por tres de sus cuatro costados y parece que le han cortado el pelo al león. La melena. Esta mañana se ha echado el viento y ha salido el sol. Todas las sierras están nevadas. Dicen que se ha acabado el invierno. Con tanta nieve no había manera de distinguir la flor de los almendros. Los arroces de los Sospedra, en su garito de Joaquín Costa, están mejor que nunca. Insuperables. El arroz combate el frío. O será la gelatina de las setas y las alcachofas, de gambas y galeras. Aquí se prefiere el arroz al dente. Se sirve en cazuelas de hierro negro. Con ellas viene un cazo impecable.