TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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MADRID. Crónica de Barquerito: "El genio de Posada, el fondo de Roca Rey"

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Variada y bella novillada de Mayalde. Un cuarto extraordinario. Convincentes entregas de dos novilleros: Posada, en versión arista, y el limeño Roca, en versión de valor

Madrid, 18 may. (COLPISA, Barquerito)

Lunes, 18 de mayo de 2015. Madrid. 11ª de San Isidro. 2ª novillada con picadores. Dos horas y siete minutos de función. Bochorno. Tres cuartos de plaza. Seis novillos del Conde de Mayalde. Posada de Maravillas, silencio y una oreja. Clemente, silencio en los dos. Andrés Roca Rey, silencio y ovación tras un aviso.

RELLNOS, ROLLIZOS, anchas pechugas, caritas de bueno, los tres primeros novillos de Mayalde, astifinos y rubios, parecían golosinas en un escaparate. Escogidos para Madrid. De dispar condición. Noble, pero justo de poder el primero, y Posada intentó dibujar –un airoso arranque en tabla - y hasta bajar la mano, pero entonces las perdía el toro. Un pinchazo y, al salto y soltando el engaño, una estocada.

Malpicado en cuatro marronazos desafortunadísimos y castigado por un puyazo trasero, el segundo se paró antes de lo calculado y Clemente pretendió torear sobre la inercia, que el toro no tenía. Un trabajito nervioso, despegado, amontonado. Y el pecado de torear exageradamente por fuera. Una entera tendida a capón, un pinchazo, media soltando engaño y dos descabellos. La tarde de su debut en Madrid, este Clemente Dubecq, de Burdeos, impresionó como virtuoso con la espada. El sino de los novilleros es la irregularidad. Con la espada, por ejemplo.

El tercero, que salió a cañón, se acostó contra el peto en un puyazo larguísimo y llegó a la muleta parado sin remedio. Acabó venido abajo y reculando con aire de toro afligido. Recibido antes de soltarse ese tercero con una ovación –en recuerdo de su novillada de presentación en Madrid hace un mes, salida a hombros, tres cornadas, darlo todo y más-, el limeño Andrés Roca Rey toreó con asiento, ajuste, aguante y calma sobresalientes. Ni un viento que entonces empezó a levantarse llegó a interponerse. Difícil el arte de arrancar casi a tenaza los muletazos. Buen trabajo.

Lo que se vivió durante esa primera mitad fue una rivalidad en quites entre provocada y espontánea. Clemente quitó por saltilleras muy logradas en el primero y abrochó con revolera. Roca Rey, por tafalleras, farol, larga y brionesa en el segundo; y Clemente replicó con chicuelinas ceñidas rematadas con serpentina. Posada, por verónicas en el tercero –mejor el propósito que el logro, pero singulares-, y Roca Rey replicó con un mixto de chicuelinas despaciosas, tafallera y larga, un quite de distinguido primor. El propio Roca Rey había sorprendido y cautivado al recibir al tercero con lances capote a la espalda de mucho ajuste y buen vuelo. Ninguno de los quites se celebró ni subrayó como merecieron todos sin excepción. La abundancia pesó en los tres toros a la hora de la verdad.

Distinto a todos en pinta, hechuras y remate, el cuarto, negro listón, muy fino de cabos, largo, armado por delante, fue el toro de la corrida. Estampa impecable, ritmo de formidable regularidad, viajes largos y descolgados. Un son particular, estilo mayor. Tras un puyazo trasero, el toro prendió a Posada por la entrepierna cuando iba a lancear por la mano izquierda, lo empaló, volteó y revolcó. Al ir al quite tropezó el banderillero Jesús Márquez y vino a caer encima del Posada y en la cara del toro. Todos ilesos tras un caos notable que vino a resolver con un quite capote a la espalda Clemente.

Y el momento de la corrida: Posada, despojado de la chaquetilla tras la cogida y su alivio de urgencia, se fue a los medios y, la muleta escondida por la espalda, citó de largo. Al toro le escocían las banderillas y se dolía, tardó en fijarse y venir, pero vino. Con el son del que iba a hacer ya gala. Una brillante tanda de cuatro con la izquierda, barriendo la arena, largos los cuatro, ligados, mano baja, gran dibujo, y un remate sutil. El remate clásico de pecho de lo que iba a ser una faena corta pero sutil, o tan sutil como breve,  y más intensa que ligera, no llegó hasta la que fue quinta y última tanda.

Una segunda tanda en redondo de parecido estilo al de la primera, y el remate del cambio de mano, y la muleta al hombro en una salida agitanada. Aflamencados los paseos de las transiciones, y las salida de la cara del toro tras librar tanda. Antes de la tercera, un ataques de tos, un ahogo, y tras cuatro cosidos, la trincherilla. Ir cambiando de mano de una tanda a otra fue brillante idea. El tramo final, postura algo impostada, dejó sentir la calidad del toro en muletazos de frente o enroscados, y en el de pecho, que fue como una rúbrica. Una estocada soltando el engaño. Una oreja. Sello distinguido. Una vuelta al ruedo muy parsimoniosa. Sin votos en contra. Tras ella, Posada pasó a la enfermería.

El duelo de quites volvió a repetirse en el quinto, sardo, hechuras de toro. Le pesó a Clemente lo indecible en el saludo, Roca Rey quitó capote a la espalda con mérito – ¡ni un olé!- y replicó Dubecq por tafalleras que dieron con el toro en el suelo. Toro a su aire  y sin gobierno, renegón, dos veces desarmado Clemente, faena desborbada pero sin sacar el torero bordelés bandera blanca. Media, un descabello.

El sexto era clon del quinto –la pinta, el remate- pero a escala. Cincuenta kilos menos. Se notaba. Roca Rey se midió en el saludo pero quitó por saltilleras de gran compás, revolera y brionesa. Otro brindis al público. Parecía que podría ser gran toro, pero se acabó descomponiendo, y Roca decidió abrir a lo grande: desde el platillo para librar un cambiado por la espalda de heroico e impávido aguante, y enmadejarlo con una tanda por alto más valerosa que oportuna.

Un diez en firmeza, fondo y carácter de torero largo. Pero una propuesta agobiante, de no dar tregua al toro ni cuando la pedía. Los excesos se pagan. La faena fue de pronto una pelea. Roca se animó con esas trenzas de muletazos sin ayuda, cobrados con la vuelta del engaño en suerte cambiada y con cambios de mano que parece tener patentadas Daniel Luque. Muchos enganchones. Y una estocada de ley que pudo ser fatal porque el cuerno del toro le pasó rozando la mandíbula. Las imágenes rodadas son escalofriantes. Darlo todo otra vez, Y más. Hay torero.

Postdata para los íntimos.- Bichos y bochorno. ¿Sol y moscas?