TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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MADRID. Crónica de José Antonio Del Moral: "Previsible desperdicio"

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El mundo al revés o cuando hay toros no hay toreros. Y tuvo que ser con el cartel más pobre de esta feria. Los cuatro toros de Los Bayones y uno de los dos de José Luís Pereda, tendrían que haber sido desorejados por los tres espadas. Ya es mala suerte para los cinco, salvo para el que hizo de tercero, otro sustituto de Pereda que se fue muy corto de viajes y desarrolló peligro. Gabriel Picazo, vulgar donde los haya, se llevó lo mejor de lo mejor y tuvo que contentarse con escuchar aplausos cuando debería haber cortado al menos tres orejas. Emilio de Justo, con cierta clase aunque sin un gramo de valor, otro tanto en vez de escuchar tres avisos con el segundo tras pegar un sainete con los aceros. Y el altísimo Israel Lanchó, a la deriva con el peligroso, y muy por debajo del sexto que fue el de más clase la corrida.

Madrid. Plaza de Las Ventas. Domingo 16 de mayo de 2010. Tarde por fin primaveral y agradable con casi lleno. Cuatro toros de Los Bayones y dos, tercero y cuarto, de José Luís Pereda. Bien aunque desigualmente presentados y encornados. Por mejores, destacaron en distintos grados de nobleza los de Los Bayones pese a lo mucho que mansearon los dos primeros en el primer tercio y a la poca fuerza del quinto que la acusó calamocheando en la muleta. Peligroso el que hizo de tercero de Pereda y muy noble aunque asimismo manso el que hizo de cuarto, también de Pereda. Gabriel Picazo (blanco y plata): Pinchazo saliendo rebotado y media estocada perpendicular ladeada, ovación; pinchazo y estocada yéndose, aviso y ovación. Emilio de Justo (blanco y plata): Siete pinchazos, metisaca, dos pinchazos más, otro metisaca y tres descabellos, tres avisos y silencio tras ser apuntillado el toro; pinchazo, estocada algo atravesada y descabello, silencio. Israel Lancho (plomo y oro con dibujos en hilo): pinchazo y metisaca en el chaleco de rápidos efectos, silencio; pinchazo y estocada, silencio. Al terminar el paseíllo, se guardó un minuto de silencio por cumplirse el noventa aniversario de la muerte de Joselito El Gallo. Bien en palos Curro Robles, David Álvarez y Domingo Navarro que además hizo un quite providencial. En la enfermería fue atendido Gabriel Picazo de una herida incisa en el segundo dedo de la mano izquierda con sección del tendón profundo que no le impidió continuar la lidia.

Ayer callaron como muertos los comandantes del tendido 7 mientras la mayoría de los que casi llenaban la plaza - casi todos espectadores ocasionales - permanecieron silentes o cuchicheando ajenos a lo poco brillante que sucedió en el ruedo. El pasotismo de los que se tienen por guardianes de la pureza y de la Fiesta, sumado a la cortés indiferencia de todos los demás, ni siquiera se alteró cuando los matadores no fueron capaces de aprovechar la gran oportunidad que les brindaron cinco de los seis toros como, por otra parte, estaba previsto, o cuando mataron mal o fatalmente como Emilio de Justo al eternizase con los aceros hasta tener que escuchar los tres avisos. Y es que la gente es santa. Esto pasa en Madrid hace años y se arma la de San Quintín. Ayer nada, la paz de los difuntos parecía inundar el ambiente netamente dominguero en el que casi siempre da igual ocho que ochenta.

Nos sigue sorprendiendo que los mismos que anteayer hicieron la vida imposible a El Juli mientras duraron sus dos lecciones magistrales, ayer no osaron rechistar ante el desperdicio que tuvimos la desgracia de padecer. Bien es cierto que, como siempre, la esperanza es lo único que no se pierde, incluso en estos festejos que inundan la feria para mayor economía de la empresa y de la Comunidad, cuando no para atender a las recomendaciones de los políticos. Pero es que en la corrida que nos ocupa, ninguno de los actuantes logró algo que mereciera la pena ni por casualidad.

Gabriel Picazo debería dedicarse a otros menesteres en vez de seguir presionado para que le pongan a sabiendas de todos, salvo de él mismo, que aunque es capaz de pegar pases, lo suyo no es mínimamente apreciable como para llegar a ser alguien en tan difícil profesión. Sí, ya sé que es muy bonito verse anunciado en la plaza más importante del mundo. Pero, señores, que te toquen dos toros como los suyos de ayer y que no seas capaz de dar ni una vuelta al ruedo, es para mirárselo y cuanto antes mejor.

Casi otro tanto cabe decir de Emilio de Justo con el añadido de que a este le adornan buenas maneras. Pero está tan escaso de valor que pienso le será muy difícil por no decir imposible llevar a la práctica el buen concepto que tiene del toreo. Ayer no se atrevió a colocarse de verdad ante sus dos nobles enemigos y como los toreó detrás de la mata, se le fueron. Ello aparte del petardo mayúsculo que pegó al matar al segundo. Pero como nadie se lo reprochó, seguro que tendremos que verle más veces. Eso, seguro.

Respecto a Israel Lancho a quien no le falta el valor ni buenas intenciones, resulta que su enorme estatura y sus larguísimas extremidades le impiden torear con armonía. De ahí sus desgarbadas maneras y su forzosa ampulosidad hasta parecer un gigante al lado de un becerro cada vez que se le ve al lado de los toros. No merece la pena, pues, insistir más en el caso porque, como dijo El Guerra, lo que no puede ser no puede ser y además es imposible.