TOROSDOS

Se torea como se és. Juan Belmonte

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MADRID. Crónica de José Antonio Del Moral: "Éxito sordo de Tendero"

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La feria continúa sin levantar cabeza y, además, sin que el frío ni el viento nos dejen en paz. Ayer tampoco hubo triunfos ni más interés que la muy solvente actuación de Miguel Tendero a cuenta de la imponente aunque mansa y descastada corrida de Alcurrucén que no dio facilidades a los toreros aunque los toros cuarto y quinto resultaron más manejables que sus hermanos. Uceda Leal volvió a dar su acostumbrado recital de incompetencia salvo con la espada que manejó con facilidad. Y El Cid hizo un enorme esfuerzo por mostrarse recuperado pero no lo consiguió del todo.

Madrid. Plaza de Las Ventas. Viernes 15 de mayo de 2010. Tarde medio nublada, fría y con viento muy molesto. Lleno absoluto. Cinco toros de Alcurrucén, magníficamente presentados y de juego deslucido por mansotes, descastados y algunos sin fuerza, como sobre todo el primero, que fue devuelto un tanto tardíamente por su extrema debilidad. En su lugar, se corrió un sobrero de El Torreón, también con sobrada presencia y noble pero sin fuerza alguna. Los más manejables fueron el cuarto y el quinto. Y el sexto, muy difícil. José Ignacio Uceda Leal (salmón y oro): Estocada desprendida, silencio. Pinchazo y estocada caída, silencio. El Cid (cobalto y oro): Dos pinchazos, otro hondo tendido y dos descabellos, silencio. Estocada caída, división de opiniones. Miguel Tendero (prusia y oro): Dos pinchazos, otro hondo tendido y dos descabellos, silencio. Media estocada atravesada y descabellada, palmas. Durante la lidia del cuarto toro resultó arrollado el peón Antoñales, que pasó a la enfermería con lesiones en una mano de pronóstico reservado.

La corrida de ayer fue otro tostón a pesar de las expectativas que habían levantado El Cid, muy querido y admirado en Las Ventas, y Miguel Tendero, uno de los nuevos valores que actualmente tienen más proyección. La indudable disposición, la solvencia, el poderío y la actitud del joven diestro de Albacete quedó puesta de manifiesto en sus dos toros, pero su primero se paró enseguida y el sexto, muy difícil, no terminó de entregarse al indudable empeño del torero que, además, no anduvo fino con la espada. Su gran cruz. No obstante, Tendero fue el triunfador moral de la muy fría y ventosa jornada. Pero ya que hablamos de cruces, hacerlo de lo que pasaron Uceda Leal y El Cid en sus respectivos intentos de salir a flote. El madrileño, sobradamente conocido en esta plaza hasta el mismísimo hartazgo, volvió a demostrar su absoluta incompetencia, ya en su excesivamente prolongada carrera profesional. Pero como le ponen cada año, él persiste en continuar a pesar de que debería llevar varios retirado. Ayer, para colmo, Uceda anduvo tan por bajo del quinto toro, uno de los más aprovechables, que dio hasta vergüenza verle tan incapaz. Y eso que a pesar de ser fatalmente lidiado, el animal apenas lo acusó. El dilema es a quien defender para arreglar el entuerto, ¿al toro de los Lozano o al que no fue capaz de medio aprovecharlo?

Caso aparte El Cid por el mal momento que atraviesa y por lo que este torero merece de respeto por lo mucho y bueno que ha conseguido. Estábamos todos deseando que, al llegar a Madrid, se rompiera el maleficio que viene padeciendo el de Salteras y la verdad es que hizo un esfuerzo sobre humano para corresponder al público que tanto le ha venido apoyando. Como si hubieran tenido necesidad de meter los dedos en la yaga de su sufrimiento, los aficionados madrileños fueron descubriendo poco a poco que este Cid no es el que fue aunque para los que le vimos en Sevilla, ayer anduvo bastante mejor. Con su primer toro, que no fue por nada agradable, le perdonaron sus más o menos perceptibles dudas y su evidente desconfianza. Pero con el quinto, que fue a más y a mejor en la muleta, sufrimos mucho, como imagino que también el torero, al comprobar que el esfuerzo que hizo por asentarse para que nadie pudiera dudar, no terminó bien porque, aunque Manuel Jesús anduvo más firme que con su otro enemigo, no fue capaz de dar el paso tras cada pase que el toro fue necesitando a medida que la faena fue avanzando mientras iba viniéndose a menos. Gran parte del público se lo recriminó después de haber estado respetándole toda la tarde.